Miedo. Dolor. Oscuridad.
Esas son las únicas palabras que Minho conoce.
Abandonado, vaga por las calles día y noche en busca de algo que llevarse a la boca. Sus huesos están tan marcados que sus sucias ropas apenas pueden ocultarlos.
Y su voz ya no...
- ¿S...Songi? – fue lo único que Seungmin articuló.
La escena se componía por dos médicos y mis tres amigos delante, mirándome como si fuera un fantasma.
Eso significa dos cosas: o he despertado o morí y soy un fantasma. Aunque esta última me pareciera algo difícil, parecía la más lógica por que sus expresiones iban a caerse al suelo.
Bajé la mirada y miré mis manos, mis piernas, mi cuerpo. Era yo. ¡Lo había hecho! No sabía cuál era la razón o cómo lo había hecho, pero lo importante es que había conseguido despertar.
- Has...has vuelto – la voz de Chan se iban rompiendo conforme iba soltado aquellas palabras.
Si...eso era...estaba de vuelta.
De vuelta con los míos.
Antes de darme cuenta, Minho prácticamente saltó hasta mí y me abrazó mientras hundía su cara en mi cuello.
- Minho estaba muy asustado - lloraba.
- Ya está - pronuncié mientras le acariciaba la espalda - he vuelto.
- Minho tenía mucho miedo - enterró más aun su cabeza entre mi hombro y mi cuello.
- No volveré a irme, te lo prometo - esta vez subí la mano hasta su pelo y le acaricié la melena. - Wow, bonito corte de pelo, ¿quién te lo hizo? - dije al notar algunos cortes algo disparejos a como lo hago yo normalmente.
Con esta pregunta, también, calmé el ambiente.
- Seungmin - respondió mientras se separaba de mí y pude ver sus ojos rojos e hinchados.
Miré al nombrado y le dediqué una sonrisa.
- Hice lo que pude - desvió la mirada.
- Y lo hiciste muy bien, Seungmin - al decir su nombre, se cubrió la cara con su brazo y lloró mientras se acercaba a mi.
Sin poder evitarlo, le abracé, le abracé y dejé que cada una de sus preocupaciones las dejara salir de él. Conozco a Seungmin de sobra, y sé perfectamente de que no habrá mostrado ni un 20% de lo que está sufriendo. Solo con la mirada, me lo estaba diciendo.
Finalmente, Chan, quien se había dejado caer en el sofá y lloraba como si hubiera visto la pelicula más triste del mundo.
- Eh - dije acercándome a él - Chan, sonrie - hablé mientras le acariciaba la mejilla.
Este hizo todo lo posible por darme una de sus maravillosas sonrisas, pero las lágrimas le inundaban. Es por eso, que esta vez, abracé a la alegría del grupo y le dije palabras de consuelo.
- Estoy bien, estoy aquí - dije una vez volví a la cama y tenía a mis tres chicos e mi alrededor.
Ellos eran lo mejor de mí.
Y los que habían conseguido que volviera.
¡Hasta aquí el capítulo de hoy!
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AUTORA DE: Kaori, la esfera mágica.
EDITORIAL: Ediciones Arcanas.
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