Miedo. Dolor. Oscuridad.
Esas son las únicas palabras que Minho conoce.
Abandonado, vaga por las calles día y noche en busca de algo que llevarse a la boca. Sus huesos están tan marcados que sus sucias ropas apenas pueden ocultarlos.
Y su voz ya no...
Se acercaba más y más y mi cuerpo no quería reaccionar.
Cada paso que daba me dejaba ver algo de él.
Tenía el cabello algo largo, que caía sobre sus ojos. Estaba muy sucio y enredado.
A penas podía verle la cara, pues tenía un pañuelo negro que le cubría desde debajo de los ojos y posaba sobre la camiseta estropeada que llevaba.
Eso era lo único que se podía ver de su piel: sus ojos.
Ni las manos, ni cuello, ni brazos....nada.
Todo estaba cubierto por trozos de tela o ropa.
Aun así pude ver que tenía bastantes heridas. Uno de sus ojos estaba morado y en la ceja contraria al hematoma, había un corte bastante profundo del cual brotaba sangre.
Una vez estuvo frente a mí no habló, no dijo nada.
Solo tenía la mano estirada.
¿Va a pegarme? ¿Robarme? Tal vez me estaba pidiendo comida....o dinero.
No dejé que se acercara un paso más.
Simplemente, y al fin, eché a correr.
Corría como gacela, sin mirar atrás en ningún momento. Y, aunque el vecindario estaba ante mis ojos, tampoco veía nada en concreto. Podría haber una farola justo enfrente de mi que no la vería.
Por suerte, no fue así.
Agotada e intentando recuperar el aliento, toqué repetidas veces el timbre de la casa de mi amigo.
- Ya, ya – le escuché hablar mientras se acercaba a la puerta – con una vez era suficiente – comentó mientras me abría.
Yo entré corriendo y cerré la puerta con velocidad.
- ¿Qué pasa? – preguntó sin entender muy bien mi reacción.
- Vamos a tu cuarto y te cuento – dije mientras me apresuraba sin esperar a que el me invitara a subir.
Al pasar por el comedor, saludé con formalidad a sus padres y ellos me correspondieron con una sonrisa y varias preguntas sobre lo sucedido.
En cuanto me dejaron ir, subí hasta el dormitorio de Seungmin.
- Espera aquí – dije poniendo una mano en su pecho para pararle – voy a cambiarme.
Cerré la puerta de su cuarto y saqué mi pijama.
Esperé unos segundos antes de vestirme para poder calmar mis latidos.
<<Por favor Songi....ya basta, no ha sido para tanto>>, me decía una y otra vez. Pero el simple hecho de pensar que esa podría ser la persona que estuvo en mi casa me ponía los nervios de punta.
- Ya puedes entrar – dije mientras doblaba la ropa que traía puesta y la guardaba en mi mochila.
Escuché la puerta abrirse y mi amigo entrar con cara molesta, exigiéndome saber que me pasaba.
- No te lo vas a creer – le hablé mientras me sentaba en la cama que había en la parte de abajo de la litera.
- ¿Qué? – mi amigo lanzó unos snacks y se subió en la cama, a mi lado, estirando sus pies a lo largo de esta.
- Creo que acabo de encontrarme con "mi ladrón" – afirmé.
Pude notar su gran sorpresa al ver como dejó de abrir la chocolatina que tenía en las manos.
- ¿Cómo que te lo has encontrado? ¿Ha vuelto a entrar en tu casa?
- No, no – negué repetidas veces – la "Zona peligrosa".
- ¿Ese imbécil está ahí? Tenemos que llamar a la policía.
- No Seungmin, ni siquiera tengo pruebas que lo demuestren.
- ¿Y? Pero es un sospechoso.
- Podría....pero la mitad de los que están en ese lugar podrían ser sospechosos – reí. - Se acercó a mí, parecía tener hambre porque me pedía algo con la mano. O tal vez quería dinero.
- O tal vez quería violarte – respondió copiando mi tono de voz.
Eso erizó mi piel.
- ¡No digas eso!
- Podría ser una opción – respondió encogiéndose de hombros. - ¿le viste la cara?
Yo negué con la cabeza.
- Solo pude ver sus ojos. El resto estaba cubierto con un pañuelo en su nariz y boca, guantes, ropas muy sucias, y calcetines.
Seungmin pareció meditar.
- ¿Podrías reconocerle solo viendo ojos? Tal vez la policía tenga registro de las personas de esa zona. Podrían ten....
- Mini, no es necesario – corté a mi amigo. – vamos a dejarlo por hoy.
Cogí un par de snacks y subí a la cama de arriba.
- Te recuerdo que esa en MÍ cama – hizo énfasis en el "mi".
- Y yo soy TÚ mejor amiga. Mi cama es la de arriba.
- Tsk – chasqueó la lengua.
Estuvimos casi toda la noche comiendo snacks, bromeando y hablando de todo lo que se nos ocurriera.
Fue justo antes de quedarme dormida cuando pensé en aquel vagabundo.
Por alguna razón sentía lástima por el supuesto ladrón.
¡Hasta aquí el capítulo de hoy!
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AUTORA DE: Kaori, la esfera mágica.
EDITORIAL: Ediciones Arcanas.
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