ⅩⅤⅠ

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"Recuerdos y Fantasmas."

Han recogido mi cabello con tanta fuerza que siento cómo mis ojos se estiran hacia los lados, y lucho por mantenerlos abiertos. Además, la coleta resulta increíblemente pesada porque me han añadido extensiones para disimular el hecho de que he perdido mucho cabello en los últimos meses.

Mi equipo de preparación irradia entusiasmo por las entrevistas, y esta emoción se refleja en los minuciosos detalles de mi apariencia. Han estado trabajando durante horas, y a pesar de sus esfuerzos por disimularlo, puedo sentir el sudor en sus manos. Al mirar mi reflejo en el espejo, me cuesta reconocerme a mí misma.

Mis facciones están resaltadas de una manera casi violenta, mis párpados están oscurecidos como la noche y mis labios son de un rojo intenso como la sangre. El maquillaje negro se extiende hasta las sienes y se mezcla con mi cabello de manera sutil. Mis pestañas son de un blanco deslumbrante, y han colocado un par de piedras brillantes justo debajo de mis cejas.

Me han puesto uñas falsas, ya que prácticamente no les dejé nada con lo que trabajar, son puntiagudas como dagas y de un rojo que coincide con el de mis labios.

Las tres mujeres se disculpan brevemente y salen a paso apresurado de mi habitación, dejándome con la bata puesta y la instrucción de no tocar mi rostro. Minutos después, puedo escuchar sus voces en el pasillo, pero percibo más pasos de los que debería. Cuando la puerta se abre de nuevo, me quedo completamente inmóvil en mi lugar, ya que mi equipo de preparación entra junto a Nouria y tres chicos Avox que cargan lo que parece ser un gran bulto de tela y dos espadas.

—¿Qué es esto?—pregunto, mirando a Nouria, quien indica que pueden dejar las prendas sobre la cama.

—Es tu atuendo para hoy—responde ella como si no fuera un gran problema—. Solo quédate quieta y no hagas preguntas.

A regañadientes, me quito la bata, y Fayette envuelve mi torso con una tela de color carne, haciendo que me sienta completamente desnuda. Espero a que me vista con algo más, pero aparentemente no está en los planes.

Nouria coloca un dispositivo que parece una caja aplanada, pero está hecha de goma, en mi abdomen, en la zona donde comienza la falda. Las cuatro mujeres luchan por colocarme la prenda, no tanto para ponérmela, sino para evitar que se enrede, ya que consta de al menos treinta capas de tela. "Muselina roja", según escuché explicar a mi estilista. La falda no es excesivamente pesada, pero ocupa mucho espacio, tanto que Kezia y Alora se ven obligadas a despojarse de sus calzados para caminar sobre ella y llegar hasta mí.

Un escalofrío recorre mi cuerpo cuando el metal de las espadas toca mi piel. No tengo idea de cómo lo han logrado, pero han asegurado ambas armas en mi espalda, y pesan lo suficiente como para mantenerme erguida.

—¿Qué es lo que tengo debajo del vestuario?—pregunto refiriéndome al extraño artefacto.

—No hay tiempo para explicaciones—contesta Kezia, mientras sus manos se mueven con rapidez y habilidad, ajustando las hebillas en mi cabello.

Apenas logro caminar con el vestido debido a su volumen, pero mi equipo de preparación me apresura para que vaya al elevador. Aparentemente se nos ha hecho tarde; al llegar al escenario me pregunto cómo se le ha ocurrido a Nouria colocarme un vestido con el cual no puedo sentarme. Finjo no ver a nadie mientras intento acomodarme en la diminuta silla. Observo de reojo a Brutus, quien trae puesto un traje blanco, al menos le han colocado más prendas que durante el desfile. Mis ojos lo agradecen.

He llegado justo a tiempo, pues la música comienza a retumbar en mis oídos y Caesar Flickerman, con el rostro y el cabello pintados de lavanda, da la bienvenida al público. Estoy tan incómoda que me veo obligada a prestar atención a las entrevistas; soy capaz de percibir hasta la tela más fina adherida a mi piel, y el calor de los reflectores hace que mi espalda y las palmas de mis manos empiecen a sudar.

Escarlata.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora