199 20 2
                                    

"Entre la Ira y el Dolor"

Los fuertes truenos anuncian que se avecina una tormenta, la suave brisa de verano ha sido desplazada por un vendaval que amenaza con destruir todo a su paso; las nubes grises envuelven el distrito por completo, sumiéndolo en una oscuridad profunda, mientras una fina llovizna empieza a empapar mi ropa, haciendo que mi piel se erice. El distrito 2, ya sombrío por naturaleza, adquiere un aire aún más lúgubre en el cementerio, donde los muros altos de granito negro intensifican la penumbra.

Cato se aferra con ambas manos al borde de la placa del nicho donde descansan los restos de su hermana, mientras sus sollozos tenues adquieren gradualmente fuerza, transformándose en aullidos desgarradores que resuenan por encima del estruendo de la tormenta. El sonido de su desesperación se propaga a través del aire turbulento, creando un eco que se fusiona con la naturaleza enardecida. Siento en mi propia piel el peso abrumador de su sufrimiento, cada grito impregnado de una angustia desgarradora, como si la pena se clavara en lo más profundo de su ser, como una afilada daga

Recuerdos de la noche anterior llegan a mí como fugaces destellos: Cato arrebatando el arma de las manos del agente de la paz, para luego volarle la cabeza. Pero absolutamente nadie pudo haber anticipado lo que ocurrió después; yo estaba completamente segura de que los otros agentes asesinarían a Cato en ese mismo instante, pero las balas no fueron a parar en su pecho, sino que en el de su hermana.

Ezra y Enobaria me soltaron, y nos apresuramos hacia el pórtico de mi casa, solo para ser amenazados a punta de pistola por los agentes de la paz que acababan de asesinar a aquella niña; el viento mismo parecía contener el aliento, y nos quedamos inmovilizados en medio de esa escena atroz, hasta que un grito desesperado rompió la calma. Cato se derrumbó de rodillas junto a su hermana, aferrándose a su cuerpo sin vida mientras gritaba y le suplicaba que se quedara con él. Los demás vencedores guardaban una distancia prudente, al igual que lo están haciendo ahora, pues nadie sabe qué hacer.

La lluvia cae sin prisa, y es entonces cuando Cato nos dirige la mirada por primera vez desde la noche anterior; dos cicatrices son visibles en su rostro: una que atraviesa desde la parte superior de su ceja derecha hasta su nariz, y otra que se extiende desde su pómulo derecho hasta su barbilla. No dice absolutamente nada, sus ojos reflejan un vacío desgarrador, y me pregunto cómo llegamos hasta este punto.

Los pobladores del distrito nos observan cautelosos mientras nos abrimos paso entre la multitud en la plaza, dirigiéndonos de vuelta a la aldea de los vencedores; la tensión puede ser cortada con un cuchillo en este mismo momento. Las miradas escrutadoras se entrelazan con los susurros llenos de incertidumbre. Observo a Ares a lo lejos, quien me saluda con un pequeño ademán, y yo le devuelvo el gesto mientras continúo con mi camino. Ahora no es momento de hablar.

Nos adentramos en las calles familiares del distrito, silenciosos pero conscientes de las miradas que nos siguen. Estoy completamente segura de que todos están al tanto de lo que había ocurrido anoche, es por eso que los pobladores nos miran entre curiosos y aterrados, quizás ahora nos ven como una amenaza para su seguridad. Finalmente, llegamos a la entrada de la aldea. Las imponentes rejas se abren, pero esta vez el agente de la paz no nos saluda y nosotros respondemos con indiferencia, reflejando la distancia que ahora se ha creado entre ellos y nosotros; caminamos en grupo pero, en un momento dado, Cato decide acelerar el paso y se aleja rápidamente, cerrando de golpe la puerta de su casa. El estruendo resuena en la aldea sumida en el silencio.

—Es una lástima que esto termine así—susurra Ezra, con pesar en su voz—. Fue un buen chico.

Aparentemente estoy pasando por alto algo, pues no sé en dónde terminaremos; probablemente tenemos a todo el plantel de agentes de la paz en nuestra contra, quizás nuestra seguridad se vea comprometida de alguna manera, pero con los juegos a la vuelta de la esquina, esto no debería durar demasiado.

Escarlata.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora