Escarlata.

ⅪⅩ

Nota: creo que wattpad me metió un glitch o algo pero me acabo de percatar de que cuando publiqué el capítulo no estaba completo, así que lo estoy re-publicando

"¿Somos Los Cazadores?"

El estruendo del gong resuena en mis oídos mientras la oscuridad persiste a mi alrededor. Salgo de mi plataforma dudosa; los muros miden al menos unos diez metros de alto, y el lugar es un tanto estrecho, aunque la escasa iluminación no me permite ver demasiado. Doy un par de pasos hacia adelante, y escucho las pequeñas rocas crujir bajo mis pies; este sonido se mezcla con el estruendo de la tormenta que se cierne sobre mi cabeza.

Miro hacia atrás cada tres pasos que doy, para asegurarme de no tener a nadie a mis espaldas. Avanzo hasta toparme con una bifurcación en el camino. Después de un par de segundos, elijo seguir el pasillo que se despliega a mi izquierda.

Los espejos a lo largo de las paredes parecen encogerse a medida que avanzo, como si alguien hubiera destrozado esos cristales con un martillo y luego pegado las piezas rotas en el concreto. No hay absolutamente nada a mi alrededor, y esto me preocupa. El hecho de no tener armas a mano hace que mi corazón comience a latir con fuerza en mi pecho. Mi cuerpo completo comienza a tiritar, y respirar se vuelve una tarea complicada; un estruendo sacude el suelo bajo mis pies, y logro ver mi reflejo distorsionado una vez más en el muro a mi costado. Es entonces cuando la idea se cruza por mi mente: el vidrio es útil.

Busco un pedazo que sea medianamente grande, y lo sostengo con cuidado de ambos extremos e intento tirar de él, pero aparentemente está fundido al muro. Sostengo el vidrio con más fuerza y suelto un grito ahogado cuando me perfora los dedos. La sangre comienza a fluir de mis manos, pero no me esforzaré en vano; dejo que el cristal se entierre aún más en mi carne y tiro de él con todas mis fuerzas hasta que finalmente cede. Apenas logro despegarlo, caigo de espaldas, golpeando mi cabeza contra el muro que se alza detrás mío.

Mi visión empeora aún más, y un zumbido molesto se hace presente en mi oído derecho mientras avanzo gateando hacia el trozo de vidrio que había dejado caer. Con el arma improvisada en mis manos, siento la urgencia de levantar mi cuerpo del suelo, pero estoy demasiado mareada como para hacerlo; me muevo a rastras por el pasillo hasta que me doy cuenta de que mi sangre ha dejado un rastro casi negro en el suelo. Soy una completa inútil.

Con gran esfuerzo, logro ponerme de pie, sintiendo un dolor punzante detrás de mis ojos, asumiendo que es por el golpe que me acabo de dar. Avanzo tambaleante hasta llegar a una nueva bifurcación del camino, y una sombra aparece a mi costado. Esta vez no es mi sombra. Una mujer de cabellera negra y baja estatura se encuentra de pie a menos de un metro de distancia, y no sé cómo no la había escuchado llegar. Ella levanta una mano para atacar, pero soy más rápida y, antes de que pueda darse cuenta, le he rebanado el cuello con el pedazo de vidrio que traía en las manos.

Su cuerpo cae al suelo con un ruido sordo, y la observo convulsionar sobre un charco de su propia sangre; estira una mano hacia mí, como si estuviera rogando que simplemente termine de asesinarla. Y eso es exactamente lo que hago, pero por primera vez en mi vida, no puedo mirar la escena. Cierro fuertemente los ojos cuando entierro el pedazo de vidrio en el costado de su cuello, sintiendo cómo el arma atraviesa las diferentes capas de piel y músculos. El sonido que hace el vidrio al salir del cuerpo de aquella mujer me provoca náuseas, y siento el ácido de mi estómago subiendo por mi garganta hasta que las arcadas aparecen, y vomito todo lo que Nouria me había obligado a comer.

Suena el cañonazo. Eso es nuevo. Siento que tanto mis manos como mi rostro están empapados en sangre, una sangre espesa y tibia. Cuando finalmente decido observar a la mujer que acabo de asesinar, me doy cuenta de que ha muerto con los ojos completamente abiertos. Esto me incomoda de una manera que nunca consideré posible; al ver que no hay nadie a mi alrededor, extiendo una mano temblorosa hacia su rostro y le cierro los párpados, ahora es como si estuviese durmiendo. Dentro de todo, ha tenido una muerte rápida, porque observando esta arena, quién sabe qué han colocado para nosotros. Le he ahorrado un par de sufrimientos a aquella desconocida.