ⅩⅪ

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"Corre."

Puedo sentir la sangre bombeando en mis sienes, mientras los músculos de mis piernas se desgarran con cada paso que doy; pero aún así, no me detengo en ningún instante.

El brillante cubo en el centro de la arena se hace cada vez más vistoso, y sé que estaré fuera de peligro una vez que salga de estos pasillos.

Cashmere y Brutus me seguían de cerca, pero no tengo intención alguna de verificar que lo sigan haciendo, porque ellos no lo harían por mí.

Cuando finalmente llego al claro, me dejo caer y mis rodillas se estrellan contra las duras rocas; mi cuerpo es incapaz de sostenerse por sí solo, y termino desplomándome de cara al suelo. Me quedo boca abajo, intentando controlar mi respiración de alguna manera, pero es inútil. Es como si el aire se negara a ingresar dentro de mi cuerpo; cierro los ojos mientras intento calmarme.

Estoy empapada en sudor, con las prendas prácticamente adheridas a mi cuerpo, lo cual me resulta sofocante; una corriente de aire frío se hace presente y esto no hace más que congelarme hasta los huesos.

Quiero llevarme ambas manos al rostro, pero no puedo hacerlo porque mis brazos no responden; un hormigueo se hace presente en mis mejillas y un chillido agudo me perfora los oídos.

Abro la boca en un intento por pedir ayuda, pero lo único que puedo sentir es cómo me tiemblan los labios.

Al abrir los ojos, apenas logro ver mis manos, que están completamente lastimadas, llenas de sangre y lodo.

De un segundo a otro logro escuchar que el himno comienza a retumbar en la arena, y utilizo la poca fuerza que tengo para darme la vuelta y quedar tumbada sobre mi espalda.

Un grito me desgarra la garganta apenas intento moverme, es como si mi cuerpo completo estuviera en llamas. Finalmente quedo con el rostro mirando hacia el cielo, pero esta posición no hace más que aumentar mi incomodidad porque ahora siento que me estoy ahogando con el poco aire que ingresa a mis pulmones.

Comienzo a toser mientras el himno termina; tengo la visión borrosa y me es imposible distinguir los rostros que están siendo proyectados en el cielo, se ven nada más como radiantes nubes desfiguradas. Intento contar la cantidad de tributos caídos para hacerme una idea.

Nueve, o al menos eso creo.

Hago un último esfuerzo para girarme y quedar tumbada de costado porque es la opción mas segura en caso de que comience a vomitar; los minutos pasan y para mi suerte, las arcadas nunca llegan.

Cierro los ojos con fuerza hasta que escucho una voz susurrante, que habla mientras el viento se detiene gradualmente; al abrirlos, no logro comprender qué es lo que está sucediendo.

Todos los ruidos cesan, y el silencio es interrumpido por la voz de Cato, que me llama por mi nombre una y otra vez.

—Clove, levántate —me pide susurrando y lo primero que se me cruza por la mente es que se trata de un muto, al igual que Gloss—. Por favor, ya levántate.

—No —logro contestar en un hilo de voz, el esfuerzo me quema la garganta—. No eres real.

—Estás en peligro —me insiste y logro ver el azul de sus ojos en la penumbra—. Clove, por favor, levántate.

—¿Estoy muriendo?

Su mirada se clava en mí con empatía, y hasta con pena diría yo; extiendo un brazo para tocarle el rostro pero mi mano atraviesa su piel y cae al suelo.

—Ayúdame, por favor —le pido susurrando, y es en ese momento que la verdad me golpea con brutalidad—. No quiero morir, por favor, no quiero morir aquí.

Escarlata.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora