Escarlata.

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"Ojos Abiertos."

El viento helado acaricia mi rostro mientras escucho el sonido que hacen de las hojas de las enredaderas al chocar entre sí. Con mucho esfuerzo, me agacho para recoger ambas botellas de agua que habían quedado en el suelo, y por pura suerte, siguen intactas. Correr hacia aquel estruendoso sonido definitivamente no era la opción más sensata del mundo, pero cuando hay sentimientos de por medio, el sentido común salta por la ventana.

Gloss ha desaparecido en la oscuridad, y no estoy segura de si debo ir tras él, porque, después de todo, él me sería más útil muerto que vivo. Guardo la barra de cereal en el bolsillo porque mi aliado no la había visto, pero estoy segura de que recordará las botellas de agua, así que no las puedo esconder.

Meto una mano en el bolsillo del pantalón, donde Nouria había dejado el objeto extraño, y me sorprendo cuando la frialdad del metal choca contra mis dedos. Recorro su forma rápidamente, y de un segundo para otro puedo entender de qué se trata: es un cuchillo. Es pequeño, pero tiene buen filo; las yemas de mis dedos comienzan a arder después de tocar el arma con suavidad. Me ha cortado con una facilidad que asusta.

La tormenta sigue formándose encima de mi cabeza, oigo los truenos mezclados con el sonido del vendaval que se hace cada vez más fuerte. Los pasillos son oscuros, pero intento mantenerme alejada de las enredaderas; mis pasos resuenan en el confinando espacio, las botas se me estancan en el lodo mientras hago todo lo posible por moverme en silencio.

Las botellas de agua son medianamente grandes y me ocupan ambas manos; intento meter una en el bolsillo libre de mi pantalón y logro hacerlo, pero me entorpece al caminar. Saco el cuchillo que me había dado Nouria y lo observo con la ayuda de los relámpagos que iluminan el cielo. La hoja mide la mitad de mi palma, y su mango es de goma, lo que hace que sostenerlo resulte fácil.

Izquierda, derecha, izquierda una vez más, y creo que me he perdido. No logro ver más allá de un par de metros delante de mis narices, y no recuerdo el camino que habíamos tomado con Gloss.

El cañonazo resuena en la arena, y me aferro al cuchillo con aún más fuerza. Un suspiro escapa de mis labios, y me quedo con los pies clavados al suelo durante un par de minutos mientras pienso en cómo se supone que vuelva al claro. No logro ver absolutamente nada, solo puedo sentir mis botas arrancando la piel de la parte posterior de mis tobillos.

De un momento a otro, escucho una voz a mis espaldas, y giro completamente, lista para pelear, con la sangre bombeando con fuerza en mis sienes, pero me encuentro con nada más que oscuridad.

La voz se hace presente nuevamente; se oye distante, pero el mensaje es claro: una mujer llamándome por mi nombre. Camino sin rumbo hacia donde supongo se encuentra dicha voz, pero esta solo parece alejarse más, y cuando finalmente me rindo, escucho pisadas a mis espaldas.

—Hola, Clove —saluda Cashmere, quien aparentemente había decidido que asustarme era una buena idea.

—¡Casi me matas del susto! —le grito sin pensar dos veces. Eventualmente, esa mujer intentaría asesinarme, porque para eso estamos aquí, pero no pensé que sería tan rápido. —¿Dónde está Brutus?

Pienso en que quizás terminaron separándose accidentalmente al igual que Gloss y yo.

Cashmere me observa sin expresión alguna en su rostro y luego esboza una pequeña sonrisa que me inquieta bastante. La primera idea que se me cruza por la cabeza es que tanto ella como su hermano han decidido acabar con la alianza desde el primer momento, y han asesinado a Brutus, quien era obviamente uno de los competidores más fuertes en estos Juegos.

—¿Cashmere? —intento llamar su atención porque parece perdida en sus propios pensamientos, su mirada clavada en mi frente, y la sonrisa persistente en su rostro.