"Adiós, Adiós, Adiós."
Observo sin prisa el reloj al costado de mi cama; marca medianoche y aparentemente hoy no dormiré. Saco un par de botellas que había escondido debajo de mi cama unas horas atrás y dejo que el líquido me queme la garganta mientras pienso que estas son probablemente mis últimas horas de vida.
No moriré en el baño de sangre inicial, pero no creo soportar más de una semana. Sostengo en mis manos la nota que había llegado junto a un ramo de flores durante la hora de la cena; al igual que el año anterior, mis padres me habían enviado un regalo antes de los Juegos. Aunque este año la nota solo tiene sus firmas y un garabato extraño: un montón de rayas aleatorias que, si las miras de lejos, lucen como una rosa.
El papel no tiene sentido alguno; terminé arrugándolo antes de arrojarlo al suelo. No quiero basura.
Camino hasta salir de mi habitación y puedo ver que alguien se encuentra en la sala común. Mi visión está un tanto borrosa, así que me resulta complicado saber de quién se trata; pero después de un par de segundos, sé perfectamente quién es.
Cato está recostado en el sillón, taza en mano, observando la ciudad a través de la ventana; ha pasado mucho tiempo desde la última vez que lo vi tan relajado. Pero la paz no le dura mucho, pues nota mi presencia casi al instante. Aparta la mirada de la ventana y clava sus ojos en los míos. Un incómodo silencio se cierne sobre la sala antes de que finalmente abre la boca.
—¿Qué estás haciendo aquí?—su tono es frío, como si mi presencia le molestara.
—No puedo dormir.
Él aparta la mirada nuevamente y baja la taza sobre la mesa; cualquier rastro de la calma que tenía hace unos instantes ha desaparecido, y soy la culpable de ello.
—No comprendo cuál es tu problema conmigo—suelto sin pensar, y él me observa con curiosidad.
—¿De qué hablas?—pregunta cruzándose de brazos.
—Ay, por favor—digo soltando una carcajada; no puede pensar que realmente soy tan estúpida—. Estás sentado al borde del sillón, listo para salir corriendo en cualquier momento, solo porque me has visto llegar.
Él niega con la cabeza y yo camino hacia el comedor, donde un chico Avox se encuentra de pie, simplemente existiendo. Aún no han retirado los postres de la mesa alargada, así que me sirvo un par de chocolates en un plato de cerámica. La visión se me pone borrosa y un mareo fuerte se apodera de mi cuerpo, obligándome a sostenerme de la silla con la mano que traigo libre.
El chico Avox intenta ayudarme pero hago un ademán para que me deje sola, ha sido solo un mareo, no necesito una niñera. Puedo cuidarme sola. De reojo, veo a Cato alejarse y lo detengo al instante.
—¿A dónde vas?
—Clove, es medianoche, quiero dormir y tú también deberías hacerlo.
—Deja de evitarme—las palabras salen atropelladas de mi boca.
Cato se detiene en seco, su postura tensándose ante mi tono desafiante. Su mirada refleja una mezcla de frustración y enojo.
—No estoy evitándote, Clove—murmura, como si sus palabras fueran delicadas.
—Al menos podrías esforzarte en no hacerlo tan evidente—replico, manteniendo mi tono desafiante. Estoy cansada de sus juegos.
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Escarlata.
FanfictionRetrocedo la cinta, pero todo lo que hace es detenerse en el momento exacto en que todo se perdió. Enviando señales, para ser traicionada. Segundo libro de la saga "La Gran Guerra." •Inspirada en "Los Juegos del Hambre" (Suzanne Collins) •Clasificad...