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Elsa Iclyn poseía una hermosa sonrisa y una risa contagiosa.

Anna no había dejado de pensar en aquella médica de cabello rubio platinado y la forma en que se desenvolvió con su hija. Nunca le pasó sentir esa sensación de querer hablar con la otra persona, quizás sí cuando comenzó a salir con Hans, pero Elsa tenía algo diferente que había llamado su atención. Giró la silla para enfocar su mirada en el gran ventanal que mostraba la ciudad, necesitaba dejar de pensar en esos ojos azules y enfocarse en la investigación.

– Knock, knock – Eugene asomó la cabeza con una sonrisa –. Roja, knock, knock.

– Eugene, se supone que debes tocar antes – escupió la pelirroja volteando a verlo – y no pienso caer en ese chiste.

– Bah, solo venía a decirte que hay una reunión para ver el estado de la investigación – explicó apoyado en el marco – y espero que después me digas porque tan distraída.

Anna palideció por eso, ¿era tan obvio? No, imposible que se le notara lo fuera de sí que estaba y todo por un corto intercambio de palabras que concluyó en una improvisada cita. ¿Debería decirle a Eugene lo que su novia hizo? Entrecerró los ojos unos segundos antes de suspirar y seguir al chico por el largo pasillo.

La sala de conferencias del departamento era un espacio sencillo, pero funcional. Las paredes estaban revestidas con un tono neutro de gris claro, dando una sensación de seriedad y profesionalismo. Un gran ventanal dejaba entrar la luz natural, iluminando todo el lugar y destacando los detalles en la habitación.

En el centro de la sala, había una mesa rectangular de madera oscura que ocupaba la mayor parte del espacio con sillas negras que rodeaban la misma, cada una con un respaldo alto y acolchado. Sobre la mesa, había un proyector y una pizarra blanca para ser utilizados en presentaciones o para anotar información importante. En una de las esquinas, había un pequeño mueble con una cafetera y una selección de tazas y vasos. Junto a este, un dispensador de agua y un par de estantes con carpetas y documentos organizados meticulosamente.

El ambiente estaba repleto de tensión, su investigación no había conseguido ningún avance y todos estaban ansiosos por encontrar una solución. Anna no podía culparse, hace cuatro días que era detective y hace poco logró ponerse al corriente con el resto de su escuadrón. En la mesa, había una serie de carpetas y expedientes abiertos, cada uno lleno de documentos detallados sobre los sospechosos, los lugares de interés y las posibles conexiones. Una maqueta de la ciudad estaba colocada en una esquina, marcada con puntos rojos y líneas que representaban las actividades sospechosas.

Anna estaba de pie frente a una pizarra blanca llena de fotografías, mapas y diagramas. Su mirada escudriñaba cada detalle, buscando cualquier indicio que pudiera haber pasado desapercibido.

– Quizás debamos enviarle el caso a un precinto, como el diecinueve o el catorce – sugirió Hércules – porque esto no parece avanzar.

– Ni soñando, ¿sabes lo que nos costó conseguir esta información? – soltó Jack.

– Por favor, llevamos dos meses y apenas descubrimos dónde tienen las armas – volvió a hablar el pelirrojo – ¿Qué dice, teniente?

Anna quitó la mirada de la pizarra para enfocarse en las personas dentro de la sala. Su ceño se frunció ligeramente y apoyó sus manos sobre la mesa, no quería admitir que su avance era poco porque significaba darle la razón a Hércules.

– No, el caso es nuestro y vamos a buscar una forma – murmuró moviendo su pie –. Judy, ¿quién es nuestro principal sospechoso?

La nombrada saltó de la silla con una carpeta entre manos y se colocó a un lado de la pelirroja.

DAYLIGHT | ElsannaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora