» trece

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Anna sonrió cuando sintió los labios de Elsa besando su cuello. Era lo mejor de todas sus mañanas, poder despertar en brazos de la platino y escucharla susurrar su nombre para no despertar a Heidi o Kristoff, si es que se quedaban en la casa de Elsa.

– Feliz cumpleaños – tarareó en voz baja la médica, besando su mejilla un par de veces –. Tienes la misma edad que Taylor, ¿no es increíble? Bueno en realidad ella cumple en diciembre, pero tendrán la misma edad pronto.

Hoy era su cumpleaños e iniciaba el verano, así que Anna estaba de excelente humor... también porque sentía el peso de Elsa encima suyo y la había decidido despertar con varios besos en el rostro que solo la hicieron reír. No recordaba la última vez que se despertó de tan buen humor en su cumpleaños o que alguien la despertara en su día especial desde Hans, el hombre se había esmerado los primeros cumpleaños y luego intentaba darle algo especial. Ahora tenía a esa mujer que la traía loca y no sabía qué esperar.

– Técnicamente aún no cumplo años porque nací como a las diez de la noche – aclaró sin abrir los ojos, así podía seguir disfrutando de Elsa –. Además deja de hablar de mi edad, me hace sentir vieja.

– Ow, pero si tendré veinticinco en diciembre – rió Elsa.

– De igual forma – se sentó con la residente encima de su regazo y sonrió –, solo quiero estar así contigo y Heidi. Podemos ver alguna película, ir a almorzar a Ellen's y, no lo sé, darme algún regalo.

Pudo ver como el pálido rostro de su pareja se teñía de rojo por esa mención, quizás había arruinado todo su plan y debía inventarse algo nuevo o, tal vez, Elsa tenía un regalo para ella que causaba ese sonrojo.

Anna llevó su mano para colocar un mechón rebelde detrás de la oreja de la médica y besó sus labios con cuidado.

– ¿Tienes un regalo para mí? – susurró sobre sus labios.

Elsa se relamió los labios y se mordió el inferior mientras desviaba la vista a otro lado. Si tenía algo, más bien, tenía varias cosas para la pelirroja que se tardó en preparar porque deseaba que todo saliera perfecto.

– Puede ser... es decir... Hay un regalo especial que tengo que dártelo en la noche – balbuceó – ¡Porque ahora hay que desayunar! Mhm, muero de hambre. Iré a despertar a Heidi y prepararé el desayuno... a menos que preferías ir a desayunar a algún lugar en especial, es decir, hoy es tu día y tienes el poder de elegir lo que haremos.

– ¿El desayuno incluye a una médica rubia de bonitos ojos azules? – Sus manos dieron un suave apretón a la cintura de la platino, escuchándola jadear cuando hundió su cabeza en el cuello ajeno y comenzó a dar pequeños besos – Porque se me antoja eso.

– Detective... – rió Elsa – En serio, no quiero traumar a tu hija.

– Mi hija estará bien, nada que una mentira piadosa y un poco de chocolate no pueda arreglar – bromeó mordiendo de forma suave su cuello –. Por favor Els, solo-

La puerta se abrió de golpe, dejando entrar a una somnolienta Heidi y una Rapunzel que cargaba una bandeja con el desayuno.

– ¡Feliz cumpleaños!

Anna a veces olvidaba que Rapunzel tenía llave de su departamento y que solía aparecer con un desayuno cuando alguna de las pelirrojas cumplía años. Se quejó al sentir que Elsa se levantaba para dejar a la menor correr a los brazos de su madre y saludarla. Heidi le entregó un dibujo junto a una flor de papel que, Anna asumió, había sido algo hecho por alguna de las dos rubias que la observaban con diversión.

– Gracias cariño – murmuró estrujando a su hija que no dejaba de reír.

– ¡Mira, mira! Yo lo pinté con aguarelas – explicó, se logró escuchar a Rapunzel corregirla pero ninguna le prestó mucha atención – y somos nosotras, mira aquí estás tú con tu placa y también está Elsa con su ropa de médica y ¡y yo! ¡Mira Elsa! Te dibujé con una moneda porque...

DAYLIGHT | ElsannaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora