» nueve

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La habitación de Elsa estaba perfectamente ordenada.

Las paredes estaban pintadas del mismo azul que en la sala, solo que había varios posters de películas y videojuegos que Anna apenas reconocía. Había una cama king size en medio de todo con dos mesas de luz a sus costados. Una cabecera acolchada blanca y un cobertor gris. Había algunos cuadros encima de un escritorio blanco pegado a la ventana y un televisor colgado de la pared frente a la cama. No fue sorpresa que la computadora que estaba allí fuera hecha para jugar una gran cantidad de juegos tanto online como offline. Un cesto de ropa sucia vacío y el armario crema empotrado a la pared que contaba con un espejo como una de las puertas.

Definitivamente Elsa tenía un mejor gusto en cuanto a decoración del lugar.

Y Anna no sabía porqué estaba tan tensa cuando se encontró a sí misma con un pijama de Elsa e intentando no salir corriendo por la cercanía de ambos cuerpos. Estaba casi al borde de la cama, la mano de la platino recorría su abdomen con cuidado y Anna intentaba contener la respiración cada vez que pasaba por su busto. Era extraño que de un segundo a otro, Elsa haya tomado el control de la situación y la ponía nerviosa a ella. No sabía cómo pero le agradecía en cierto punto, Anna siempre había salido con chicos que se encargaban de hacerla sentir bien y ahora Elsa lo estaba haciendo.

– ¿Por qué tan nerviosa, detective? – susurró.

Una cosa era que Elsa la llamara así para burlarse un poco o llamarle la atención y otra completamente diferente era escucharla susurrarle eso al oído mientras su mano recorría su cuerpo sin otras intenciones más que hacerla sentir bien.

– No es que vamos a tener sexo o algo así – agregó con voz suave y Anna sintió un calor en su rostro –, además no muerdo.

– No estoy... es decir no es...

– ¿Nunca compartió cama?

Anna no sabía cómo sentirse al escuchar a Elsa hablarle de usted pero le gustaba de cierta forma.

– ¡Claro que lo hice! – chilló quedando de lado para encarar a la residente.

– ¿Entonces? No entiendo cuál es el... ¡Oh! – Su rostro se volvió en una mueca de preocupación –... nunca compartió cama con una mujer, es eso. Dios, lo siento, tuve que preguntarte si estabas-

– ¡No, no! Es que nunca compartí cama con una diosa la verdad... espera, ¿qué? ¡Mierda no quise decir eso! Bueno si quise... digo que- no carajo. Si eres una diosa por dios, solo mírate y- ¡Tonta! No tú, yo. Yo soy la tonta por decirte eso... o sea si quería decírtelo y-

– ¡Detective! Está bien – interrumpió Elsa con una pequeña risa –. Puedo dormir en el-

Anna se negó aferrándose a la cintura de Elsa y ocultando su rostro en su cuello, así podía sentir su aroma y sentirse mejor.

– No, prefiero dormir contigo– susurró contra su cuello, podía sentir como la piel de Elsa se erizaba –... además eres cómoda.

– Ow... uh... ¿gracias?

– ¿Quieres darte la vuelta? – preguntó – Es decir nunca fui la cuchara grande y eso.

– Puedo ser la cuchara gra- okay, okay – rió Elsa cuando se vio obligada a darle la espalda –. Quizás podríamos ir intercambiando para ser más justos, ¿qué dices?

Anna había hundido su rostro en el sedoso cabello de Elsa, olfateando el dulce aroma a coco que este poseía por el shampoo. Mierda, se estaba volviendo adicta a cada cosa que le recordaba a la platino.

– Estoy bien así, gracias.

Fue la noche más feliz de su vida, aún cuando Heidi y Sven terminaron metiéndose en la cama porque la lluvia se volvió una tormenta bastante fuerte que asustó a la menor y al perro. De igual forma pudo mantenerse tan cerca de Elsa como ella lo había deseado, escucharla suspirar cada tanto o verla removerse en mitad de la noche. Todo era simplemente perfecto para Anna.

DAYLIGHT | ElsannaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora