» dieciséis

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Creo que este va a ser el capítulo
más largo del fic porque tiene dos
flashbacks (cortitos) de Elsa:)

Disfruten y protejan a Elsa
































Anna dio un pequeño brinco cuando los brazos de Elsa rodearon su cintura y dejó unos pocos besos en su cuello. Suspiro, recargándose en la platinada que rió ante ello. Eran esos días donde ninguna debía correr para llegar al trabajo y Heidi podía dormir hasta tarde, Anna amaba los domingos por eso.

– Prueba esto – pidió Anna metiendo un pedazo de comida a la boca de la platinada – y por favor dime si está bien.

Elsa se alejó con una expresión difícil de entender, aún tenía la comida en la boca y no parecía estar dispuesta a tragarlo. Busco una servilleta en donde escupir, teniendo que tomar un trago de la taza de café frío que estaba a un costado y hacer algunos buches para quitarse aquel sabor de la boca, no sabía si era la extraña combinación de especias que la pelirroja decidió usar o el terrible sabor a quemado que tenía.

– Carajo, no te gusto – suspiró Anna.

– ¿Qué era eso? – preguntó dando otro sorbo al café.

– Era tofu... salteado con cosas que no recuerdo, pero solo seguía una estúpida receta – Dejó a un lado el tenedor y apagó el fuego de la cocina para apoyarse en la mesada a un costado –. No sé porque me estoy esforzando si de igual forma mi madre dirá que no tiene sabor y me recordara lo mala que soy en la cocina.

Se sentía abrumada por la visita de su madre, no podía mentir. Aquella mujer siempre estaba encontrando algún defecto en ella, por más estúpido y pequeño que fuera se lo hacía saber. Quizás era el desorden de su departamento, una vez le dijo que los muebles tenían polvo y debía haberlo limpiado; a veces eran comentarios hacia la forma en que criaba sola a su hija y, lo peor de todo, siempre traía a su expareja a la conversación para hacerla sentir mal por dejarlo. No la odiaba, su madre era difícil pero la quería... golpear... No, no podía golpearla porque cada tanto tenía sus momentos de buena madre y la ayudaba.

– Cariño, no eres mala en la cocina – susurró Elsa, acunando con ternura el rostro de Anna entre sus manos –. Solo no tienes mucha idea qué cosas van bien juntas y eres un desastre para mezclar especias... También a veces exageras con el uso de sal, pero son cosas que nos pasan.

– Y por eso te tengo a ti – respondió Anna sonriente, atrapando los labios de Elsa en un corto beso –, ¿podrías ayudarme?

– Depende... ¿qué gano al hacerlo? – bromeó.

En lugar de darle una respuesta, Anna optó por responder con caricias en su cintura y besos en su cuello, acercándose más a la platinada.

– Dios... Bien, acepto – suspiró la médica –. Pero tendrás que ocuparte con Heidi de ordenar un poco todo esto, ¿de acuerdo?

El resto de la mañana transcurrió con las tres realizando las tareas del hogar. Mientras madre e hija se dedicaban a organizar los espacios, centrándose principalmente en la sala y el baño, Elsa se concentraba en la preparación del almuerzo. Por más que Heidi ayudara, prefería huir a la cocina solo para probar cada cosa que estuviera a su alcance.

Anna sentía que sus manos sudaban más de lo normal, quizás por la sensación de que en cualquier momento su madre estaría frente a la puerta y soltaría todo su veneno sobre ella. Intentó distraerse con las risas de Elsa y Heidi, era lo único bueno que tendría por el momento y no deseaba perderlo, menos cuando la platinada se acercó con una cuchara.

DAYLIGHT | ElsannaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora