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A mediados de julio, el caso avanzó con una cuarta víctima.

Fue en pleno corazón de Manhattan, en un callejón estrecho, sucio y sombrío que se extendía entre dos altos edificios. La luz del sol apenas lograba filtrarse entre las grietas, dejando una penumbra que envolvía el lugar. El asfalto estaba cubierto de suciedad y basura acumulada, mientras que los contenedores de basura rebosaban de desechos malolientes. En medio de todo, yacía la cuarta víctima del misterioso agresor. Su cuerpo maltrecho reposaba en el suelo, rodeado de charcos de sangre que reflejaban el sol poniente. La palabra "ira" estaba grotescamente escrita de forma descuidada a un lado del cuerpo, trazada con la sangre de la víctima.

La escena del crimen había sido acordonada meticulosamente, con la cinta amarilla que ondeaba en el aire, marcando el perímetro prohibido. Dos oficiales se mantenían firmes en la entrada, otorgando acceso exclusivo a los detectives a cargo de la investigación... y a Elsa.

Anna se vio obligada a arrastrarla hasta allí cuando recibió la llamada en medio de su "almuerzo". La residente había pasado por su oficina para verla un rato y terminó en medio de una escena del crimen por segunda vez. Ni siquiera pudo terminar. Se relamió los labios cuando vio a Anna pasar por la cinta amarilla y enseñar su placa mientras escuchaba al oficial Wilde hablarle de algo.

– Lamento haberte traído – susurró Anna, su voz cargada de arrepentimiento que hizo reír a Elsa.

– Está bien, en serio detective – confesó –, pero debo de recordarle que no pude terminar mi almuerzo...

El rubor se apoderó del rostro de Anna, mientras Elsa intentaba aclarar su comentario y explicarse torpemente.

– ¡Oh dios! Era broma, no lo decía porque... quizás si lo decía en ese sentido pero también porque en serio no termine el sandwich y- Dritt, olvida eso.

Anna se aclaró la garganta tras pasar saliva, tratando de retomar el control de la situación. Se dirigió al oficial Wilde en busca de orientación sobre la escena del crimen.

– Oficial Wilde, ¿qué tenemos? – preguntó, intentando mantener su atención enfocada en el caso y no en la chica detrás de ella que seguía sonrojada.

– Fue encontrado por una anciana, la mujer está siendo atendida por Astrid luego de llamar a urgencias – comenzó señalando a la paramédico que estaba tomándole la presión a la mujer –. No tenemos idea de quién es, esperamos al forense.

Elsa se mantuvo cerca de Anna, a pesar de la incomodidad que le provocaba el entorno. Sus ojos no dejaban de mirar cada centímetro de la escena, sin atreverse a hacer contacto visual con el cuerpo cubierto por una sábana blanca. El penetrante y desagradable olor de la basura a su alrededor la hizo arrugar la nariz, era una mezcla nauseabunda entre los restos de comida y la orina.

– ¿Algo más?

– No realmente, la anciana no dijo mucho más que había escuchado algo y lo encontró así – explicó.

– ¿Atacó a plena luz del día? – preguntó Anna.

– Eso estamos-

– Lo golpeó en el cuero cabelludo.

Ambos policías se voltearon para encontrar a la médica de cuclillas y levantando la sábana con un bolígrafo. Anna levantó una ceja al verla sonreír e hizo un gesto para que se acercara. Una cosa era ver a Elsa salvandole la vida a alguien y otra muy diferente era escucharla hablar sobre un muerto como si siempre hubiera hecho eso.

– ¿Cómo-

– ¿Por qué dejan que una cívil toque mi cadáver?

Una nueva voz femenina se escuchó desde el otro extremo y Anna suspiro, jalando a Elsa.

DAYLIGHT | ElsannaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora