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Anna y Heidi tenían una rutina en las mañanas que ninguna cambiaría por nada en el mundo. Mientras la menor se lograba vestir, Anna tomaba una rápida ducha y alisaba su uniforme, luego ambas desayunaban en el sofá viendo las caricaturas y finalmente se iban. No era mucho, pero Heidi disfrutaba pasar ese pequeño tiempo con su madre cuando podía y más cuando le daba los choco krispis que tanto amaba. Siempre escuchaba a sus compañeros decir como sus madres se levantaban temprano para prepararles un buen desayuno y ella no decía nada al respecto, quizás porque luego se la pasaba presumiendo el trabajo de su madre y tío. ¡Ambos trabajaban en la polícia y atrapaban criminales! Ningún otro padre hacía eso, todos eran aburridos comerciantes, administradores e, incluso, chefs. Pero ninguno tenía buenas historias como ella, eso la llenaba de orgullo.

Salvo, claro, casi todos tenían un padre... Ella también solo que él era un hombre malo y lo enviaron lejos o eso le explicó su tía porque su madre nunca quería mencionarlo.

Anna dejó a su hija luego de un par de minutos, escuchando el álbum de Wicked y dejándose llevar por la melodía de "For Good" mientras conducía por las transitadas calles de Nueva York. Admitía que prefería caminar, se ahorraba bastante tiempo o tomar el metro, pero su antiguo puesto demandaba tener un vehículo y ella terminó comprando uno.

Estacionó en el lugar de siempre, bajando y alisando la falda una vez que cruzó todo el estacionamiento hasta alcanzar el elevador. Saludó a Ralph, el guardia de seguridad, y se encaminó directo al elevador mientras seguía tarareando alguna canción de sus musicales favoritos, ahora la obsesión de ambas pelirrojas era SIX. El estribillo de "No Way" se escuchó por todo el pasillo del quinto piso, en donde su escuadrón estaba, y Anna se dejó caer en la silla cuando estuvo en su oficina. A veces admitía que le gustaba ese puesto, tenía sus contras, pero algunos pros que le agradaban y el primero era la privacidad. Aquella oficina que había decorado con unas plantas falsas, los playbills que consiguió cuando caminaba por la calle Broadway y fotos de su hija y amigos. Sonrió apenas notó el mensaje de la rubia informando que Heidi estaba disfrutando del pequeño descanso.

Apenas encendió el computador, Eugene se metió y le arrojó aquella placa que hace tiempo no veía. Anna levantó una ceja, esperando la explicación que no tardó en llegar.

– Te necesitamos de detective, esta investigación va a quedar estancada si no encontramos algo y confío en que tu serás capaz de cambiar eso – habló el detective apoyado en el marco de la puerta – y fue Pabbie el que me pidió.

– Prometo no meterme en problemas – bromeó la pelirroja colgando la placa en su cuello – Ah, como te extrañe preciosura.

Eugene soltó una carcajada antes de recordarle que tenían una pequeña reunión para poder organizarse en lo que seguía de su investigación. Anna no tardó en cambiarse, agradeciendo haber dejado algo de ropa extra en su oficina por si sucedía algo. Se calzó las converse luego de abrochar el botón de su pantalón y acomodó el cuello de la camisa a la que le quitó la corbata. Al menos ahora se sentía más acorde a su viejo puesto.

Su teléfono sonó y Anna aceptó la llamada sin ver de quién se trataba.

– Teniente Oldenburg – contestó.

– Annie, qué gusto, ¿Cómo-

– Rapunzel – interrumpió con voz suave – ¿qué ocurre?

– Es Heidi, ella-

Anna no pudo escuchar más, tomó su bolso y salió corriendo de su oficina, ni siquiera escuchó la voz de su capitán llamándola o la pregunta de Eugene al verla atravesar las puertas del departamento. Se metió en su ónix midnight negro y encendió el motor, no podía perder tiempo. Su hija la necesitaba. Tan pronto salió del estacionamiento, la pelirroja volvió a llamar a su amiga para saber la ubicación.

DAYLIGHT | ElsannaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora