Capítulo 40

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Pov. Jennie

Vivir en un hostel mientras buscaba un lugar más permanente, no era tan malo como lo había imaginado. De hecho, resultó mejor de lo que me había esperado y por dos grandes razones.

La renta era barata y podía conocer gente de todas partes.

Además, el lugar era bastante lindo y limpio, grande y con espacios comunes que todos podíamos usar para matar el tiempo conversando, jugando o simplemente leyendo, cosa que me ayudó a mantener mi mente ocupada.

Rosé se había ofrecido a darme un lugar en su casa e insistió hasta el cansancio qué aceptara, pero me negué rotundamente. Estar ahí todos los días significaría estar constantemente pensando en Lisa y eso no me ayudaría a mi paz mental.

De hecho, aún sin vivir ahí tenía pensamientos intrusivos y la verdad no quería pensar en nada.

Menos aun porque siempre que lo hacía terminaba llorando y no era precisamente cómodo hacerlo en una litera con otras tres personas desconocidas en la misma habitación. Aunque claro, no siempre podía evitarlo. Sobre todo en las noches, cuando el frío me calaba hasta los huesos y terminaba en algún rincón vacío con las lágrimas desbordandome sin control.

Lo bueno es que Sara me había ayudado con el departamento y ya mañana me lo entregaban. Ella no hizo preguntas, solo le bastó saber que lo mío y mi roommate "no había funcionado" y se limitó a tratar de distraerme con otras cosas.  Siento que en algún punto también se sentía culpable por algo, ya que actuar como si no pasara nada, no era su fuerte.

En estos tres días de catarsis, gracias a ella, pude conocer algunas galerías de arte y sitios especiales para artistas. Incluso fuimos a un bar cuya temática consistía en pintar mientras comíamos y lo hicimos.

Aunque para ser sincera, esa pintura salió como una maraña de cosas raras y sin sentido. Ni siquiera los colores ayudaban. Era solo como una bruma espesa y oscura de la que salían lianas sin control. Al verla, Sara solo me abrazó como sabiendo que era simplemente un reflejo de mi mente en este punto trágico de mi vida.

Ahora estaba sola, sentada frente al mar contemplando el atardecer naranja. Enfundada en un gran abrigo y un gorrito blanco porque el frío estaba muy fuerte, pero aún así necesitaba esto.

Mi cuerpo estaba adolorido, como si me hubieran golpeado desde diferentes frentes y solo el frío ayudaba a calmarlo un poco. Como anestesia. Aunque sabía perfectamente que el dolor me venía desde adentro.

La gente atrás, pasaba rápidamente y se quedaban mirándome por un instante. Como preguntándose ¿Quién estaría tan loca como para detenerse en este frío invierno a solo contemplar el mar?

Y en efecto, debía estar loca. Solo así se explicaba que me hubiera enamorado tan fuerte y tan pronto de alguien que no confiaba en mi. De alguien que ni siquiera me dejó defenderme y asumió lo peor de mí aún conociéndome. Conociendo a mi familia.

Sabía que ella tenía sus límites, sus miedos e inseguridades, pero yo me había abierto por completo con ella. Fui sincera desde el primer instante y nada de eso bastó para siquiera darme la oportunidad de escucharme.

De explicarme...

Simplemente me condenó.

Pero yo iba a encontrar la manera de demostrar que todo eso era falso. Aún no sabía cómo, pero Rosé me estaba ayudando. Incluso pudimos contener la amenaza de demanda y como al final sí pudieron registrar su patente, no hubo pérdidas.

Pero mi imagen ya estaba completamente manchada.

Jamás pensé que después de seis años de evitar sufrimientos "innecesarios", me había causado el peor de todos.

OH MY ROOMATE! | JENLISADonde viven las historias. Descúbrelo ahora