Capítulo 36.

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Una día menos significa un día más cerca del festival y la sonrisa plasmada en mi rostro no expresa más que felicidad al saber que ya está casi listo. No costó nada poner todo en orden para que haya ningún error y si llega a aparecer uno, corregirlo cuánto antes.

—Su vestido está sucio, alteza—dice Lizzie, acercándose a mí.

Bajo la mirada hasta el final de este. Hay lodo en las orillas y en mis sandalias y en mis tobillos salpicados. Anoche llovió a cantaros que casi no pude dormir debido a los truenos y rayos, no había una lluvia así desde hace unos años.

—Está bien, Liz. Se caerá apenas toque el agua—la tranquilizo.

—Pero Adler se enojará si ve su creación estropeada...

—Adler se preocupa mucho y tú—la señalo—debes de dejar ese miedo porque él sabe perfectamente que no puede contradecirme.

Frunce los labios, dudosa.
Ruedo los ojos, me agacho y lleno mis manos con lodo pasando la tierra por su vestido violeta.

—Ahora eres como yo—pongo las manos a ambos lados de mi cintura—. Ahora podrás decirle que yo lo manché. 

—Está loca...—musita en un tono bajo pero puedo escucharla.

—No, solo quiero desafiar a mi querido sastre.

Enrollo mi brazo con el suyo. Las calles de Fakstead se hacen más visibles a cada paso, he notado que las personas aquí tienen una alegría contagiosa. Dejé a Agatha Bellwood encargándose de los últimos detalles, o bueno mejor dicho, me permitió darme un pequeño descanso para recorrer las partes del pueblo que no alcanzamos a conocer. 

—¿Qué sucede?—le pregunto a Lizze. Su expresión neutra indica que algo tiene pues no ha mostrado más que amabilidad en los años que lleva conmigo. 

—Nada, alteza—responde, su voz se escucha diferente a lo habitual. 

—No—la detengo—, algo te pasa y no quieres decirlo. 

Nada sale de su boca. Insisto e insisto tanto hasta que rueda los ojos, una acción inusual pero consigo que diga algo. 

—Tuve una discusión con un ser querido, eso es todo.

La conversación se acorta. Avanza dejándome atrás. Mis cejas se juntan, arrugando mi nariz ante la extrañez de su andar pues parece que le cuesta dar un paso. Corro hasta llegar a su lado, la respiración se me agita mientras mi pecho sube y baja.

—Lizzie, ¿Te sientes realmente bien?—le pregunto con cuidado por el tono de voz de su respuesta hace un momento.

—Sí, alteza—asiente, con una sonrisa fingida.

Decido no prestarle atención a cada detalle distinto que encuentro en ella. Ayer pidió mi autorización para visitar a alguien: no dijo a dónde, solo se fue por horas. Esta mañana actuó malhumorada y no dió razón alguna cuando madre me preguntó, si no que respondió lo mismo «nada, majestad» pero estoy segura de que algo sucedió y no voy a interferir en la vida privada de mi doncella.

Flasktead: un pueblo tranquilo, pacífico, lleno de personas que a cada sonrien energéticamente. Esa fue la primera descripción que tuve del lugar cuando lo visité por primera vez. No es igual de resaltante que los otros pueblos de Eastford, debido a que está un poco alejado.

Regreso al punto de llegada, donde la señora Bellwood está esperándome. Lizzie se quedó atrás por la disminución de sus pasos. Endurezco la mirada cuando veo al hombre detrás de ella y me es inevitable no sentirme furiosa. Es nada más y nada menos que mi mayor tormento en estos momentos, el hombre que arruina mis días con solo hacer acto de presencia: Tyrus. 

La Princesa Del Sur #1© [Borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora