Capítulo 32

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 Treinta y dos

Leal...

Eran las tres de la mañana y no había dormido absolutamente nada.

Eran una de esas noches donde los recuerdos atormentaban y calaban en lo más profundo de mí, lastimándome y recordándome lo que me sucedió.

Apenas llegamos a la ciudad, puse cualquier excusa para estar sola y como lo sospeche desde un inicio, él aceptó y me dejó ir. No lo niego, al inicio me dolió, me dolió su indiferencia, pero después encogí mis hombros mientras una sonrisa malévola surcaba de mis labios, por qué Rex ya estaba sentado en el asiento de mi Lamborghini.

«Madre e hijo se escaparán y darán un bonito paseo... »

Agache la cabeza cuando sentí la rugosa lengua de Rex sobre una de mis piernas, era esa su forma de llamar mi atención, y bueno lo conseguía.

—No puedo dormir—susurré —Sé que si cierro los ojos hoy, vendrán las pesadillas a mí —levanté la vista fijándome en la ciudad, mientras mi cabeza reposaba sobre la mesa. —Estoy cansada.— las luces tintineaban a los lejos, tan llamativas e inalcanzables.

De pronto escuché golpes, golpes fuertes en mi puerta, me quedé paralizada¿Quién carajo toca a estas horas? Renzo y Aria tenían llave, y siempre avisaban que venían.

La seguridad en este lugar es una mierda, este no es el departamento más caro del mundo, luego de lo que pasó con papá tuve que recortar mis lujos y bueno esto fue lo mejor que pude conseguir.

Rex adoptó posición de defensa y sonreí, nunca creí que el perro de mi marido me protegería.

Al comienzo trate de ignorar el maldito ruido, pero no desistió hasta que cansada me levante, saqué una pistola y me dirigí con cuidado a la puerta, abrí con una de mis piernas lista para apuntar al intruso, pero lo que me recibió fue algo completamente distinto.

—¡Esposa!

Permanecí quieta.

«Alessandro Bianchi completamente ebrio y a su costado el Ruso»

Mi mirada se alternaba entre la sonrisa burlona de Mikhail Sokolov y mi marido que se tambaleaba de un lado a otro.

—Esposa mía, he venido a visitarte.

—¿Es que no puedes mantenerte sobrio? —me quejé hacia mi marido que parecía estar en marte ahora mismo y después dirigí mi mirada hacia Sokolov qué seguía sonriendo —¿Cómo es que lo has dejado emborracharse hasta ese punto?

—Solo déjame entrar ¡Esta es mi propiedad! ¡Lo mío es tuyo, así que lo tuyo es mío! — intervino Alessandro tambaleándose.

—Él me pidió que lo trajera, ¿Qué mejor que su esposa? —soltó a Alessandro qué cayó para atrás chocando contra la pared mientras no paraba de reírse.

Mikhail dio la vuelta, puso sus manos en sus bolsillos y camino rumbo al ascensor. Alessandro pesaba como un toro, no podría jalarlo yo sola, así que me tragué mi orgullo y lo llamé.

—Llévalo a mi cama.

—Por favor, sé más considerada, es claro que ambos fornican, pero no quiero saber las porquerías que hacen juntos.

—¡Mikhail no le hables así a mi mujer!

—Joder, Alessandro estás haciendo el ridículo hermano, cállate de una vez.

Me hice a un lado y seguí a Sokolov hasta la habitación. Baje mi arma, no podía matarlo, al parecer le importaba a Aria. Él no tuvo reparos de lanzar con fuerza a Alessandro que terminó estrellándose sobre el colchón.

PERVERSAS INTENCIONES +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora