Capítulo 34

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Treinta y cuatro.

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Después de dos películas Disney, dos envases de helado, una pizza con harto queso, y un apetecible pollo frito con papas. Por fin puedo decir que he terminado.

Me siento como una ballena, gorda y ancha. Mi estómago está tan prominente que me dan tantas ganas de llorar y esconderme del mundo entero. Observo a Rex por el rabillo de mi ojo, y ya sé lo que haré de lo que quede del día.

Hace poco descubrí una aplicación de citas en línea para mascotas. Es como un Tinder Perruno. Bueno, corrección también es como un Tinder gatuno.

—¡Rex! —lo llamo y levanta sus orejas mirándome precavidamente. Desdé que quise disparar a Alessandro, está amargo conmigo. En mi defensa solo estaba jugando. —¡Vámonos! Tendrás una cita.

Rex con unos bonitos cachorritos era una idea demasiado tentadora.

***

Alessandro.

Expulso el humo contenido en mis pulmones, mientras mi vista no se separa de la puerta. En cualquier momento pueden traer al maldito hijo de puta violador.

Mi mente se desvía hacia una mujer pequeña de ojos azules, pero rápidamente evado tan nefasto pensamiento cuando escucho los neumáticos chillar por la fuerza en la que frenan. Él ha llegado. Enciendo otro cigarrillo mientras la puerta se abre y lo arrastran hacia una silla metálica.

Le quitan la bolsa negra qué le cubre la cabeza y evito reírme. Parece un puto pato remojado y sudoroso a un paso de morir asfixiado. Siempre los traen con una capucha qué les cubre la cabeza, no una bolsa plástica. Al parecer mis hombres odian a los cerdos qué maltratan a las mujeres tanto como yo.

—¡Tú!— sisea recuperando el aliento.

—¿Yo? —me señalo sorprendido mientras una sonrisa burlona escapa de mis labios.

—Eres el Hombre de Esmoquin —se remueve de su silla con fuerza mientras tomo un sorbo de Whisky.

— El término correcto sería vestuario de media etiqueta. ¿Vez aquí? —señalo mi cuello y el idiota me mira con una mirada confundida —No tengo un moño.

—¡No diré nada! —se remueve y escupe en mi dirección. Ruedo los ojos con aburrimiento.

—Odio tanto a los violadores, norteamericano. Lo último que haré será matarte. Primero sufrirás lentamente muy lentamente...

Me levanto de mi asiento, camine sin prisa y me postre delante de él conteniéndome para no asesinarlo.

—¿Qué pensaste? —exclamé con rabia —¿Creíste que podrías venir aquí a Italia, violarla y desaparecer?

—Solo soy un peón. — rio —La próxima será tu hermanita. Es una niña tan bonita....

Le tiré un golpe, y luego otro más, seguí, seguí y seguí hasta que mis nudillos empezaron a sangrar por la fuerza que ejercía sobre su cara. No pare hasta que su nariz y su boca quedaron rotas.

—¡Cállate! — grité con rabia. Él escupió sangre.

—Ya te lo dije Alessandro Bianchi. Yo solo soy un peón. Ella podría estar en peligro en estos momentos.

Levante la mirada a Fabio y no basto ni diez segundos para que supiera lo que tiene que hacer.—¿Y qué más te dijeron de mí? ¿Te dijeron también me gusta torturar?

—¡Te asesinará! —sonríe —Tarde o temprano, morías. Así como lo haré yo.

—Podría dejarte vivir —miento—Solo tienes que decirme para quién trabajas.

PERVERSAS INTENCIONES +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora