Diecinueve

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― Félix, abrázame ― exigió la menor con voz autoritaria, y el alfa en modo automático la rodeo con sus brazos, dejando que ambos pechos estuvieran aún más pegados.

La imagen era comprometedora, Samantha mantenía sus piernas a cada lado de las caderas de Félix en cuanto su torso entero estaba recostado sobre el pecho fuerte del mayor, al igual que su cabeza, que estaba muy cerca de hundirse en el hueco de su cuello, su respiración se sentía caliente justo allí, causándole cosquilleos a su esposo, que luchaba por mantener sus manos solo sobre su espalda, dando suaves caricias que la omega parecía amar, delicados toques lejos de una connotación sexual, porque eso no era lo que Samantha estaba buscando.

A solo días de que el celo de su esposa se manifestara con todo su esplendor se encontraba en una fase que el alfa decidió nombrar como "pre celo", porque siempre sucedía, no tenía idea de si otros omegas pasaban por lo mismo, pero Samantha definitivamente sí. Eran días donde sólo quería ser mimada, que la trataba forma suave y con delicadeza, entonces Félix no podía negarse a ello, porque aunque muchas veces se quejara, él adoraba ser partícipe de esta fase, llenarla de pequeños besos y caricias, atender a sus tontos berrinches y satisfacer sus caprichos.

― ¿Estás cómoda? ― preguntó el mayor, esperando que dijera que no, porque él definitivamente no lo estaba.

Amaba mimarla, sí, pero esa no era la posición correcta, las cosas podían salirse de control y no necesitaba a Samantha enojada, unos meses atrás cometió el error de pensar que la omega querría llevar las cosas más lejos, pero estaba tan equivocado... Terminó con su esposa llorando, diciéndole que era un insensible por solo pensar en ella como un objeto de placer y no como a una esposa a la cual consentir; desde allí supo que ella sólo quería sentirse amada en esos días previos, no deseada como cuando estaba en pleno celo.

― Sip ― respondió bastante segura, sin pensarlo dos veces ― ¿Quién dijo que pararas con las caricias?

El mayor rodó los ojos pero no replicó, continuando con las caricias del inicio de su espalda a la espalda baja, todavía no tenía permitido ir más abajo, la respuesta de Samantha fue inmediata, suspirando complacida, tanto que sus fermonas comenzaron a llenar la habitación con su dulce aroma, relajando a su vez a Félix, su parte alfa se rendía totalmente ante el aroma de su omega, por lo tanto era una acción que les agradaba a los dos.

Todo parecía ir bien, estaban acurrucados proporcionándose calor mutuamente y dándose cursis muestras de afecto, pero cuando de la nada el pecho de Samantha comenzó a subir y bajar con rapidez y también empezó a sorber su nariz con bastante continuidad, Félix entendió que las hormonas alteras de su esposa comenzarían a actuar.

― ¿Ahora qué sucedió? ― farfulló con amabilidad, buscando el rostro de su esposa, pasando de acariciar su espalda a acariciar sus suaves cabellos.

Su omega hipó, dejándole ver su rostro con rosadas mejillas y nariz, dios era tan adorable, pero no era momento de pensar eso, la menor estaba pasando por una loca lucha hormonal.

― Es que e-eres hermoso ― gimoteó como si de un gran problema se tratase.

Félix no sabía si reírse o tomarla en serio, pero al notar algunas lágrimas descender de sus cristalizados ojos supo que las hormonas no estaban de juego.

Les gustaba mucho jugar con el psicólogo de su esposa ¿Verdad?

― Lo sé, pero ¿qué sucede con eso? ― insistió el mayor.

Samantha lo miró con seriedad, como si estuviera haciendo una pregunta totalmente estúpida que no merecía respuesta.

― Que todos lo notan ― siguió comentando entre hipidos ― como la estúpida del supermercado, querrán arrancarte de mis brazos.

¿Su esposa de verdad estaba llorando por eso? Rió bajito tratando de no ser escuchado por la menor, a partir de ahora los días antes del celo serían sus favoritos.

Si tan solo ella supiera que no tenía ojos para nadie más, ni los tendría nunca porque jamás vería a alguien como la veía a ella, como la mujer a la que amaba, la mamá de su bebé y su amante eterna, no había manera de que alguien lo arrancara de sus brazos.

― Me recuerda a cuando estabas embarazada ― murmuró, guiando sus labios hasta la frente despejada de la otra para dejar un dulce besito sobre esta, pero Samantha contestó con un sollozo, alarmándolo un poco ― cariño no pasa nada, nadie va a llevarme de tus brazos.

La chica asintió enterrando su nariz en el cuello del alfa, llenándose con su aroma varonil y con efectos calmantes, sus brazos se movieron hasta el cuello contrario para abrazarlo, Félix no podía decir que la posición era cómoda, pero le gustaba tanto tenerla así, no eran muy seguidos los momentos que tenían para estar encima del otro como ahora, de disfrutar plenamente del otro en plan amoroso.

― ¿Y yo soy hermosa? ― inquirió con su voz siendo amortiguada por la piel del cuello del alfa.

― Te llevas un perfecto segundo lugar ― bromeó el mayor.

Samantha levantó su cabeza para mirarlo con seriedad nuevamente, Félix no aguantó soltando una de sus risas contagiosas, y con uno de sus dedos dio un toque en su nariz roja por el llanto innecesario.

― Eres la más preciosa ― finalmente comentó, reemplazando el semblante serio de su omega por una radiante sonrisa, porque era lo que realmente quería oír.

La omega se acercó lentamente a su rostro, con toda la intención de unir sus labios con los contrarios, juntándose como siempre solían hacerlo, no tardaron en moverse en sintonía, las manos de Félix no tardaron en moverse hacía su cintura, apretando justo allí, sin dejar de buscar más y más en los labios de su amada, el jadeo complacido de Samantha le dio pase libre para tomarla con más fuerza para recostarla sobre el colchón de su cama y siendo esta vez él el que ocupara la posición arriba de la menor.

Sus labios pasaron de su boca hacía su mentón, y subieron hacía sus mejillas, nariz y párpados, no haría nada que la otro no quisiera, pero las manos de la omega paseándose por su espalda le daban otra señal.

Pero nunca nada fue tan fácil para una pareja con un bebé, porque en ese preciso instante el sollozo de su cachorro llegó hasta sus oídos, siendo como una alarma que los obligaba a separase.

― Mi bebé ― dijo de repente la omega, empujando a su esposo lejos de ella, botándolo para que su espalda tocara también el suave colchón.

Félix se quejó en voz alta, inconforme con tener que despegarse de la omega.

― Déjalo llorar ― pidió entre falsos sollozos que no fueron escuchados, pues Samantha ya se había levantado yendo al rescate de su bebé.

El alfa se preguntaba, ¿A caso su hijo odiaba que estuviera totalmente feliz encima de su esposa? Porque podía jurar que así era.

Poco después Samantha entró con el cachorro en brazos, a penas podía abrir sus lindos ojitos, pero podía notar el regocijo que la situación le causaba en su adorable sonrisa de cuatro pequeñísimos dientes de leche.

"Uhm, aquí huele como a diversión arruinada"

Baby Thoughts || Riverducción || Omegaverse || AdaptaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora