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¿Cuántas noches ya se había quedado en ese lugar con el pretexto de seguir trabajando hasta el cansancio? Hacía ya casi dos meses que había buscado por la ayuda de Aziraphel y aún faltaban tres para poder terminar con la investigación y finalmente poder enfrentarse en juicio con quién fuera que resultare responsable ante tal aberración. El que fuere tomado como imputado sería culpado por secuestro, violación y homicidio calificado, ahora sólo faltaba quién sería el culpable de todo aquello.

Aziraphel había seguido su consejo, y por el momento, no había vuelto a sugerir entrometerse en el caso como abogado querellante del único sospechoso, que hasta ese instante, aún se encontraba en prisión preventiva en una prisión de máxima seguridad por el resguardo de su integridad física y psíquica. Se veían después del trabajo, casi llegada la noche, sus salas se convertían en oficinas y hasta habían pensado en la posibilidad de consultar a sus antiguos profesores de la universidad, pero ya había demasiada gente agena al caso involucrada y agregar más sólo significaría problemas. Crowley sentía que el tiempo se agotaba y la soga en su cuello no hacía más que apretarse con el pasar de los días, el rubio intentaba relajarlo, pero sólo hacía que se pusiera más nervioso, y en consecuencia, más serio y hasta prepotente.

Eran casi las cinco de la mañana cuando el pelirrojo pareció resignado al momento de quitar sus lentes para dejarlos caer sobre la mesa de centro de su hogar, soltando un gran bostezo que lo hizo temblar. Aziraphel hacía un par de horas que se había dormido a su lado en el sofá, refunfuñando que si Crowley no lo despertaba con un buen desayuno en la mañana se retiraría de la investigación. Desde donde Anthony estaba, podía ver a la perfección su rostro, su cabello rizado como era que pese a la enemistad que los envolvía, el rubio parecía estar durmiendo mejor que en la comodidad de su hogar; no pudo evitar soltar una risita al ver como su ceño se fruncía ante, posiblemente, la imagen de un sueño en su subconsciente dormida.

"Ángel." Susurró para sí mismo, sabiendo bien que su acompañante no lo escucharía, pues conocía cuan pesado podía ser su sueño. "Ángel." Volvió a repetir, pudiendo sentir a la perfección lo irreal que parecía que esa palabra estuviera saliendo de su boca otra vez. Hacía tanto tiempo que no la decía, que incluso creyó que la había olvidado. "Ángel."

La luz cálida de la sala pintaba a la perfección su cara, haciendo que sus pestañas hicieran pequeñas sombras sobre las ojeras que acompañaban a su rostro desde que habían comenzado a trabajar juntos. Estiró una de sus manos hacia él, sintiendo la sangre correr rápido por sus venas, justo en el momento en que sus dedos estaban dispuestos a enredarse en sus rubios rizos, como si fueran el fruto prohibido que estaba tentado a tocar... Pero se limitó una vez más antes de poder hacerlo, conformándose sólo con poder verlo en la comodidad de su sillón, durmiendo a causa del cansancio provocado, sintiendo incluso el roce que nunca llegó de su cabello en la punta de sus dedos, viéndose obligado a levantarse del lugar en el que estaba para evitar sus impulsos. No quería caer en el juego de su corazón otra vez, aunque parecía ser el único camino que conocía.

Si alguien los hubiera visto, hubiera creído que no se habían levantado de aquella cama hacía días, y era muy probable que así fuera, aunque ninguno de los dos estaba muy seguro. El tiempo parecía deterse o simplemente ir demasiado rápido para poder notarlo, lo que sí sabían, es que ninguno de los dos había dejado el calor de los brazos de otro por un tiempo, tal vez mucho tiempo, tanto así que incluso parecía ser un poco peligroso.

"Déjame ir." Dijo Aziraphel con diversión al sentir como los brazos de Anthony se envolvían en su cadera desnuda cuando estaba dispuesto a levantarse de la cama. "Tenemos que trabajar."

"Pero aún falta." Refutó él, haciendo que volviera a la cama, con una sonrisa divertida en sus labios. "Vamos, ángel..."

"¿Cómo me llamaste?" Preguntó en cuanto Crowley lo acorraló entre su cuerpo y el colchón una vez más, sin poder evitar soltar una suave risa al ver como el fiscal intentaba arreglar aquel apodo que había salido casi de imprevisto de su boca.

Ultima Ratio [Aziracrow]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora