XVI

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Todos estaban de pie en la sala. Crowley se encontraba con su equipo y con la familia de Christopher Truman, al lado contrario, frente a ellos, se encontraba Aziraphel con Arthur Williams, esposado de manos y pies, acompañados de un policía penitenciario. La audiencia se había suspendido por dos horas y ya había sido momento de volver al curso, o más bien, de volver a escuchar la solución final de la jueza a la que se le había entregado jurisdicción sobre el caso. El juicio había durado tres meses y cinco días, tres meses en los que ambas partes se habían encargado de mostrar pruebas, presentar alegatos, intentar sustentar sus respectivas presunciones todo para que ese momento llegara: el momento de oír sentencia. Si la sentencia era favorable a la fiscalía, Arthur Williams sería condenado a diez años de cárcel por abandono de menor con resultado de muerte, si era favorable con respecto a Aziraphel, sólo debería pasar un par de meses en prisión, a no ser, que se pagara una respectiva fianza. Todo el mundo presente en la sala parecía saber hacia donde iba dirigida esa audiencia final.

Anthony observaba a su amante pese a la distancia que los separaba en la sala, en los últimos tres meses casi sólo se habían visto en ese mismo lugar, realizando su trabajo. Las veces que se habían visto en su respectivos hogares no se habían atrevido a pasar la noche entre sus brazos, debiendo conformarse con un fugaz beso de despedida al final de cada velada. Nunca se habían necesitado tanto como lo habían hecho en ese momento. La clandestinidad no les agradaba mucho, no cuando sus deseos se resumían en querer esconderse entre las sábanas de sus camas por un fin de semana completo, desayunar y cenar juntos, leer al lado del otro o incluso, hacer el amor si es que no estaban tan cansados. Pero todo eso se veía interrumpido por el constante acoso de la prensa sobre ellos, las autoridades encarandolos, y sobretodo, la amenaza que se había efectuado en contra del Fiscal General Crowley, que para ese momento, ya se había convertido en un secreto a voces.

La jueza que presidía el caso entró con el resto de sus ministros en al lugar, logrando que se forma un silencio sepulcral, como si las respiraciones de todos se cortaran, esperando a la orden de poder hacerlo una vez que le mujer golpeara su imponente martillo contra el estrado. Y así fue. Todos se sentaron en cuanto la magistrada dio el permiso para hacerlo, dándole inicio a la sesión final de ese caso, o al menos, sería la final hasta ese momento. Ella se encargó de leer los antecedentes del litigio, mencionó a las partes, las pruebas, lo que había ocurrido durante esos meses en el desarrollo del juicio, todo aquello para comenzar con los fundamentos y la decisión de la sentencia. Tanto Fell como Crowley conocían el proceso de cerca, con las palabras que utilizaban los jueces sin siquiera dar la decisión final, podía saberse hacia donde iba dirigido todo.

"Con todos los fundamentos de hecho y de derecho que se han demostrado ante las partes y el público hoy presente en esta sala..." Continuó leyendo la jueza desde la última hoja del documento que estaba entre sus manos. "Esta corte ha decidido, siendo las once y cincuenta y cinco minutos de la mañana, que Arthur Williams es inocente respecto de la muerte y violación de Christopher Truman, quién fuere su nieto." El público pareció quedar sorprendido ante tal situación, incluso el hombre, parecía llorar de alegría a un lado de su abogado. "Mas no ha sido posible determinar su inocencia con respecto al abandono del menor, razón por la que es condenado a presidio menor en su grado mínimo por dicho delito." Aziraphel observó de reojo a Crowley, quién parecía inquieto en su lugar junto con su equipo. "Es decir, a quinientos sesenta y un días en prisión, pena que podrá ser cumplida efectivamente o a través del pago de una fianza de tres mil quinientas libras esterlinas. Se levanta la sesión." Terminó por decir, golpeando una vez más el martillo sobre el estrado, dando así por terminado todo el trabajo de meses de investigación, sin un culpable en la sala del tribunal.

El ajetreo que se creó en la sala fue casi inconcebible. Había empezado con la madre y padre de Christopher Truman corriendo hacia donde Arthur Williams se encontraba para poder abrazarlo pese a las esposas y grilletes en sus manos, los tres lloraban bajo la atenta mirada del policía penitenciario, como si al fin pudieran dejar salir el dolor de la perdida que había provocado la repentina muerte del pequeño que había sido la luz de sus vidas. Algunas personas del público fotografiaban la escena mientras que otros la observaban con recelo, como si no pudieran creer lo que acababa de ocurrir. Crowley por su lado, se giró hacia su mejor amiga, quién parecía estresada.

Ultima Ratio [Aziracrow]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora