XIII

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Era tarde, su cuello y espalda se sentían tensas, ya debía estar dormido para despertar temprano al día siguiente. El día al fin había llegado luego de que la investigación terminara, el momento del juicio había arribado y era hora de defender su postura y estar lo suficientemente preparado. Estaba nervioso, sus manos temblaban un poco al momento de tomar algo entre ellas, pero no sabía si aquello era porque al fin debería enfrentarse al juez y al defensor de su único imputado, o sólo porque temía lo que pudiera llegar a pasar cuando el juicio se resolviera. En momentos como aquello se arrepentía de haber aceptado el cargo de fiscal hacía casi nueve años atrás, sobretodo en casos cómo el que le acontecería a la mañana siguiente... Iba a estar la prensa esperándolo en cuanto saliera del ministerio, en cuanto entrara a la corte y en cuanto saliera, haciendo preguntas imprudentes y ahogandolo entre micrófonos, reflectores y cámaras.

Salió de la cocina de su hogar con dos copas de whisky en cada una de sus manos, dirigiéndose hacia su sala, en donde Aziraphel estaba. Pudo verlo desde ahí, sentado en su sofá, tan inmutable cómo un niño dormido, absorbido por un ejemplar de Vigilar y Castigar de Michael Foucault. Caminó hasta él, sintiendo el corazón hecho llamas, como si de pronto hubiera recordado que si alguien los veía en ese momento, él podría perder su trabajo y sería desestimado del caso, estar con él era un arma de doble filo, pero no le importaba demasiado cortarse, así como al rubio no le importaba mucho quemarse.

"¿Cómo puedes estar tan tranquilo?" Preguntó cuando sus rodillas chocaron con la del abogado, llamando su atención, pero no la suficiente como para que cerrara el libro.

"Leer ayuda a que me relaje." Se limitó a responder, sin quitar la vista de las páginas que el autor le ofrecía. "Aunque debo admitir que Foucault no es mi favorito, no va mucho con mis princi..." Pudo ver a la perfección como era que la mano del fiscal, que había dejado una de las copas de whisky en el brazo del sofá, tomaba su libro para así poder tomar el lugar que este ocupaba entre sus manos y sobre su regazo.

Aziraphel dejó que Crowley se acomodara tanto como quisiera sobre su cuerpo, recibiendo la copa fría de aquel licor color ámbar que le ofrecía, sólo para luego acomodar su mano libre sobre el muslo de su compañero. Anthony no era el tipo de persona a la que le gustaba decir cuando necesitaba atención, o que sólo lo miraran cuando hablara, era más un hombre de gestos y acciones cuando de sus caprichos se trataba.

"¿Vas a ganarme mañana?" Preguntó el pelirrojo, recargando su mano sobre le pecho del abogado, sintiendo su corazón latir por debajo de la tela de la camiseta que vestía.

"Eso espero." Murmuró él, viendo a los ojos del hombre que había reclamado por su atención de aquella manera tan infantil, que incluso le había causado gracia. "Sino, me sentiría como un fracasado y ese hombre iría a la cárcel." Se acomodó mejor sobre el sofá, sin apartar su mirada de los ojos del fiscal. "Y ambos sabemos que no sería lo correcto."

Crowley bebió un poco del contenido de su vaso, dejando que el frío líquido, a causa del hielo, lo relajara o hiciera que su ansiedad se fuera a dar una vuelta por ahí; Aziraphel veía atento cada uno de sus movimientos, notando lo tenso que se mostraba... Pudo notarlo en la forma que sus labios se cerraron cuando apartó la copa, en su mano paseándose por su frente para apartar su rojo y desordenado cabello, en como se inclinó lo suficiente hacia su cuerpo como para que su frente quedara apoyada con la propia.

"Dime que piensas..." Pidió el rubio, subiendo su mano desde el muslo de su amor hasta su cadera, entrometiendo sus dedos debajo de la camiseta que vestía para poder tocar su piel. "Habla conmigo." 

Anthony pareció perderse en sus palabras aterciopeladas, en el calor de su cuerpo, en la casi imperceptible caricia que dejaba su mano sobre la piel de su cadera; nunca había sido muy bueno con las palabras, solía ser callado, y eso lo había caracterizado desde que era un pequeño niño. Las palabras siempre se quedaban atoradas en su garganta o quedaban como simples ideas divagando por su ocupada cabeza hasta que eran incontrolables y terminaba estallando contra quién se encontrara en su camino.

Ultima Ratio [Aziracrow]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora