La fiscalía nacional no era de sus destinos favoritos, el enorme y antiguo edificio le ponía ansioso con tan sólo verlo. Ahí había sido llevado a cabo la ceremonia de su investidura para comenzar a ejercer su cargo de Fiscal General de Londres, hacía un poco más de nueve años atrás, y ahí estaba una vez más, con todo su equipo y los fiscales ayudantes de la ciudad, en lo que parecía ser la sentencia de muerte para todos los cargos que alguna vez habían sido ahí entregados. Ninguno de los ahí presentes tenía un peso sobre sus hombros y la mayoría estaba convencido de que si eran despedidos, sería por razones puramente políticas en las que su trabajo no importaba, sino, lo que para las cabecillas de esa enorme organización administrativa signicaba haber perdido un caso de esa magnitud. Habían hecho lo que podían con lo que tenían, y pese a que la sentencia no había sido dictada a su favor, todos estaban ligeramente aliviados de que el único imputado del caso estaba libre, justo como siempre debió haber estado.
Una secretaria los dejó en una enorme sala de conferencias, en la que deberían esperar a que el fiscal nacional, James Metatron, se dignara a llegar. Crowley podía suponer que durante la semana la agenda de su superior había estado apretada, imaginaba las reuniones con los distintos ministros, con los presidentes de los partidos, con el presidente de cada respectiva cámara y como no, todas las entrevistas que se había dado el tiempo de entregar a cada noticiero o matinal de la televisión abierta. Aziraphel le mantuvo al tanto de lo que el hombre hablaba en la pantalla de los canales de televisión, más de una vez se le había escapado una maldición, a lo que él sólo podía responder con una risotada pese al mal humor que había cubrido sus días desde que había llegado la carta con la solicitud de renuncia a sus manos.
"Buenos días." Aquellas dos palabras fueron suficientes para que todos ahí se levantaran de su asiento al compás, como si se tratara de un grupo militar retirado que aún temía por el llegar de las instrucciones.
"Buenos días." Respondieron al unisono, aunque lo que debía haber parecido un saludo jovial, parecía una despedida cargada decepción y cansancio por la situación.
El silencio luego del saludo fue sepulcral mientras todos se sentaban y esperaban a que el Fiscal Nacional tomara posición en la cabecilla de la mesa, arreglando carpetas sobre ella mientras todos sus subordinados se observaban de soslayo entre ellos. Los presentes se habían enterado de la carta con solicitud de renuncia que había llegado a Crowley, primero había empezado como un rumor en el Ministerio Público, luego él mismo se había encargado de confirmarlo a su equipo. Se habían lamentado y frustrado, sobretodo porque nadie más había recibido una notificación como aquella, y Anthony no se merecía un trato como aquel luego de haber dedicado los últimos años de su vida a la institución.
"Como ustedes sabrán... Se ha solicitado la renuncia del fiscal Crowley al Ministerio Público." Comenzó, logrando que más de alguno bufara ante aquella decisión. Anthony sólo se mantuvo con su mentón en alto, sabía bien que ya no tenía nada que perder. "¿Fiscal?" Se dirigió hacia él. "¿Tiene algo que decir?"
De pronto, vio como era que esos nueve años de servicio pasaron frente a sus ojos como una película, creyendo por un momento que no sería capaz de decir algo en ese instante, como si le faltara el aire y el corazón se le detuviera. Nunca le había dedicado tanto tiempo de su vida a algo, a lo único que le debió más dedicación que a su trabajo fue a la enfermedad de su madre, que ni siquiera estaba viva cuando él había sido escogido como fiscal.
Hacía un día hermoso, no creía haber visto un cielo tan despejado en Londres en mucho tiempo, tal vez aquello era un buen presagio de lo que podría suceder en las próximas horas. Por el Ministerio, en el que ya trabajaba hace unos cinco años, participando los dos últimos como fiscal suplente, siendo la mano derecha del Fiscal General de la ciudad, tomando su cargo dentro de la oficina cuando él se ausentaba por visitas a terreno o en caso de que él no estuviera presente, se había comenzado a correr el rumor de que sería ascendido, y eso le ponía feliz aunque significara que su jefe debía ser despedido; por primera vez estaba intentando pensar en su felicidad primero.

ESTÁS LEYENDO
Ultima Ratio [Aziracrow]
Fanfiction[AZIRACROW] Tan poco tiempo hemos disfrutado de este amor Dime, cariño ¿Debería irme antes de que te vayas? ¿O debería llorar antes de que tú lo hagas? Quiero romper las leyes de tu corazón Quiero resignarme a tu prisión.