XXI

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No sabía si era de día o si era de noche, no sabía cuántas horas habían pasado o si ya habían pasado días o semanas. Lo único que sentía era el frío de su propio sudor, el salar de sus lágrimas por su desesperación, el quemar de las cuerdas que ataban sus manos detrás de su espalda. No tenía idea de que había pasado, los recuerdos eran borrosos, mas el dolor detrás de su cabeza por el golpe que le habían dado era persistente; desde ese momento no había vuelto a ver otra cosa que no fuera oscuridad, pues su cabeza estaba cubierta por algo que parecía una funda de almohada y además, sus ojos estaban fuertemente vendados, dejándolo sin la oportunidad de usar su vista para intentar salvarse.

En lo único que podía pensar era en Crowley y en la increíble cena que se había perdido por las circunstancias en las que se había visto envuelto. Minutos antes de que fueran las seis de la tarde había estacionado su auto a un par de cuadras del Ritz, tenía cinco minutos todavía para llegar, misma razón por la que intentó arreglarse en el reflejo de los ventanales de tiendas aledañas. Sólo pudo caminar un par de metros lejos de su vehículo cuando sintió un golpe en la nuca que lo hizo caer de rodillas al suelo; de pronto la calle estuvo vacía y al lugar en que viera no encontraba nada para poder sostenerse y así levantarse. Tuvieron que pasar un par de segundos para que cayera inconsciente al suelo, su vista se había visto completamente nublada y su subconsciente parecía haber ido a correr a otro sitio  fuera de su cabeza. Cuando abrió sus ojos no pudo ver nada, sólo supo que estaba atado a una silla por la incomodidad de su cuerpo, no tenía sus ropas y sentía ganas de vomitar por el golpe que había recibido, lo hubiera hecho si no hubiera sido por el morral que cubría su cabeza.

"¿Dónde estoy?" Fue lo primero que preguntó en cuanto se sintió capacitado para hablar. No sabía si habían sido minutos u horas después de que despertó. "¿Dónde estoy?" Nadie respondía a su pregunta, tampoco escuchaba nada, sólo el eco de su propia voz retumbando a causa de las paredes.

De eso ya había pasado tiempo, o eso creía. De pronto escuchaba pasos a lo lejos, él pedía ayuda, pero nadie lo escuchaba. Sentía el olor de su sangre, proveniente de la herida en la parte baja de su cabeza, sus rizos estaban pintados de carmesí y la venda hacía presión sobre la lesión. Sentía que se volvería loco, tenía sed, tenía hambre, sentía calor y sentía frío, su cuerpo temblaba y se veía incapacitado de dormir; a veces creía que todo eso era un horrible sueño del que despertaría, encontrándose con Crowley dormido a su lado para pedir por su consuelo y sus fuertes brazos abrazándolo para calmarlo de aquella horrible pesadilla, pero nunca acababa, nunca despertaba.

La primera vez que sintió una presencia a su lado quiso gritar, quiso levantarse de esa silla y correr hacia alguna puerta, pero cuando lo hizo, sus muñecas se quemaron a causa de las cuerdas y cayó de cara al suelo, pues sus piernas estaban atadas a la base de su incómodo asiento. Sólo se dio cuenta de aquello cuando su rostro se estampó contra el suelo; temió que algunos de sus dientes se hubieran roto, pero se relajó en cuanto sintió sangre correr desde su frente hasta su mejilla, como si aquello le dijera que aún estaba vivo y que por eso sangraba: porque estaba vivo.

"Nunca creí que vería al gran Aziraphel Fell de esta forma." Escuchó una voz que no conocía, que levantó la silla junto con su cuerpo. No se molestó en detener la sangre corriendo por el rostro de su víctima. "No intentes escapar, lo único que pasará es que te harás daño."

"¿Quién eres?" Sentía miedo, y pudo comprobarlo por el temblar de su voz. "¿Dónde estoy? ¿Qué vas a hacer conmigo?"

"Digamos que soy... Un amigo." La risa gruesa del hombre hizo que un escalofrío recorriera su espalda. "Un amigo que te trajo aquí y que viene a darte consejos." Sintió una enorme mano tomar sus rizos con fuerza, haciéndolo gemir del dolor. "Sé obediente con los otros, créeme que soy el más bueno aquí... Cuando el jefe venga desearás estar muerto." Y lo soltó. Luego de eso sólo escuchó los pasos del hombre alejarse desde donde estaba y al pasar de unos segundos, el fuerte estruendo de una pesada puerta metálica siendo cerrada.

Ultima Ratio [Aziracrow]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora