XIV

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Faltaban pocas semanas para que la investigación en la que Crowley le había pedido ayuda terminara, mientras él le aconsejaba, no podía dejar de lado su trabajo, misma razón por la que se encontraba revisando un caso que había llegado a su despacho, un caso en el que debería enfrentarse al fiscal en cuanto el momento de conocer la causa llegara. Sospechaba que nadie en el Ministerio Público conocía de sus influencias en la investigación que la institución llevaba, era por eso que podía enfrentarse a ella sin problemas, como si nada ocurriera detrás de bambalinas... Es decir, nadie debía saber que ayudaba al fiscal de Londres a resolver un caso, tampoco nadie debía saber como era que se amaban en la privacidad de sus hogares, no era necesario que alguien supiera como se besaban cuando el trabajo parecía aburrirles o cual era la forma en la que se tocaban al llegar la noche.

La sola idea de recordarlo le hacía sonreír como un idiota en la soledad de su oficina.

En ese momento se encontraba en su escritorio, intentando no dejarse llevar por el recuerdo de Anthony Crowley en su cama al despertar esa mañana, ni tampoco los besos que había recibido en forma de saludo, que aún creía sentir sobre sus labios como un leve ormigueo, recordándole que ahora que estaban juntos, podía obtener tantos de esos como él quisiera, como los deseó alguna vez en la universidad y de la misma forma en que había fantaseado antes de haber tomado suficiente valor para mostrarle sus sentimientos en una noche lluviosa que sólo llevó regocijo a su vida.

El sonido de la puerta de su despacho, siendo delicadamente golpeado, logró ser suficiente distracción como para levantar la vista de la causa que revisaba. Su secretaria había asomado su cabeza por una pequeña apertura luego de que él le diera la autorización para interrumpirlo, entrando un par de segundos luego cuando vio la sonrisa de su jefe, eso siempre signicaba que podía pasar.

"Señor Fell, un hombre llegó y dijo que tenía una cita con usted." Dijo de aquella forma tan respetuosa que divertía a Aziraphel. "Pero su nombre no está anotado en la agenda y me pregunté si es que había hecho una cita personalmente con usted."

"¿Dijo quién era?" Preguntó mientras tomaba su agenda, hojeando las páginas para verificar que no hubiera olvidado nada de ese día, sin embargo, el papel estaba en blanco de inicio a fin.

"No fue necesario." La chica negó un par de veces con su cabeza. "Es el fiscal nacional, señor." Y aquello había sido suficiente como para que el abogado se pusiera en alerta. "¿Le hago pasar?"

Una visita imprevista cómo aquella nunca signicaba algo bueno, sobretodo porque él no se codeaba con ese hombre y la última vez que lo había visto en persona, fue en su ceremonia de graduación, pues en ese entonces, el fiscal nacional era rector de su alma mater. Se quedó un par de segundos en silencio, intentando decidir si era una buena idea invitarlo a su oficina o si era una peor dejar que se vaya por el mismo camino en que había llegado.

"Hazlo pasar, Sara." Dijo un momento después, en el que su secretaria aguardaba expectante. "Gracias."

Se levantó casi con premura de su asiento, ordenando los documentos que se encontraban esparcidos sobre su escritorio, guardando en un cajón la causa en la que estaba ayudando a Anthony y la que le había sido entregada hacía unas semanas atrás. Ordenó un poco su cabello, su traje e intentó hacerse el desinteresado cuando su secretaria llegó con el hombre a su puerta. Estaba igual a como lo recordaba; su cabello completamente blanco, igual que su barba, sus rostro arrugado y su estatura algo baja, incluso a comparación suya. Caminó hasta él con una sonrisa cuando la muchacha se había marchado, dejándolos solos.

"Señor." Lo saludó con un apretón de manos, que fue recibido con aquella gentileza que no caracterizaba al anciano. "Que grata sorpresa."

"Es bueno verte, Aziraphel." Ambos caminaron hacia los sofás que el abogado tenía en su oficina. "Pero no creo que mi visita te guste mucho, después de todo, estoy aquí como no una autoridad... Y no como el antiguo rector de tu universidad." Que el hombre le haya dicho aquello mientras se sentaba, fue como activar las alarmas en todo su ser.

Ultima Ratio [Aziracrow]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora