Capítulo 3: Miedo

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- ¿A dónde me llevas? ¿Qué vas a hacer? - preguntaba Solanch asustada.

Él no respondió, siguió manejando y la velocidad aumentaba cada vez más. Al cabo de media hora llegaron al puerto, Alex frenó en seco y se bajó de la moto.

- ¡¿Tienes idea de lo que hiciste!? - gritó Alex.

- ¿Puedes darme mi celular, por favor?

- ¡¡No!! ¿Qué crees que pase si lanzo este teléfono al mar?

- No te atreverías.

- Te advertí, no sabes de lo que soy capaz - recalcó él.

Alex se acercó a la oreja de Solanch y susurró suavemente:

- Nunca me subestimes, niña fea.

Entonces, le dio la espalda a la chica y extendió extendió el brazo para lanzar el celular lo más lejos posible; pero algo lo detuvo. Solanch le sujetó el brazo y lo abrazó por detrás.

- No lo hagas, por favor - dijo ella en un tono de voz muy bajo.

Alex se quedó callado, sintió que su corazón se encogía. Bajó lentamente el brazo y dejó que el abrazo continuara. Al cabo de unos segundos, él se volteó hacia ella, apartó con su mano derecha un cabello que descansaba en el rostro de Solanch. Era como si el tiempo se hubiese detenido. Hicieron contacto visual, como en el baño de la escuela, pero esta vez más fuerte. La mano de Alex permaneció en el rostro de Solanch por unos instantes. Ella sentía una perfecta calidez al tener la mano de el chico en su cara. Se sentía segura mientras se miraban a los ojos sin decir una sola palabra. Alex tenía el celular en la mano izquierda, y Solanch fue extendiendo su mano lentamente hasta la mano en la que Alex tenía su teléfono. Fue extraño, en vez de agarrar su celular, tomó la mano de Alex; pero él rápidamente rompió el momento quitando su mano derecha de el rostro de la chica.

- Aquí tienes tu celular, Solanch

Era la primera vez que él se dirigía a ella por su nombre.

- Gracias por escucharme y no lanzarlo - dijo ella sonrojada.

Alex respondió burlándose se de ella como si nada hubiera pasado:

- ¿Ves? Eres tonta. ¿Cómo voy a lanzar tu celular al mar? Ya que dañaste mi reputación y según tú, nos besamos en el baño, aproveché que no tenías contraseña y registré mi número en tus contactos.

- Eres un idiota - dijo Solanch molesta.

- Cállate y sube, tonta. No te dejaré aquí tirada, a menos que vivas a dos cuadras.

- ¿Me llevarás a mi casa?

- Por algo te estoy diciendo que te subas, tonta.

- Lo digo porque en tu moto no pueden subir personas feas, según tú.

- Tranquila, si yo soy feo y me subo, entonces tú también puedes. Toda regla tiene su excepción, no?

Ella sonrió y se montó en la moto con Alex. Nuevamente lo abrazó por debajo de los brazos, y recostó su cabeza en la espalda de el chico. El miró hacia atrás de reojo y dejó escapar una pequeña sonrisa, aceleró su motocicleta Honda y se alejaron del puerto. Mientras Alex conducía, Solanch se sentía cómoda. El viento le acariciaba suavemente el rostro, y sentía algo diferente al abrazar a Alex.

- Es por aquí, Alex.

- Ah, debes vivir cerca de mi casa. Yo también vivo por aquí.

- Gira a la derecha y luego avanza 3 cuadras.

Alex se quedó pensando por un momento:

- Espera, espera. ¿Vives en la calle Oasis?

- Sí, cómo lo sabes?

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