Capítulo 21: ¿Un Falso Rescate? Quizás Sí

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- Michael, voy a hablar.

- ¿¡A hablar de qué?!

- Todo, voy a delatar a Michael.

- Alex, no. Bryan acabará contigo.

- No hay nada que pensar. Él no se saldrá con la suya. Tampoco dejaré que le pase nada a Solanch. Y si para eso tengo que enfrentar a ese idiota o dar mi vida, lo haré.

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- Elizabeth, no puedes negar que es un plan perfecto.

Elizabeth y Bryan estaban encerrados en la habitación de él, planeando un golpe que cambiaría un par de cosas.

- Bryan, es arriesgado. ¿Qué pasará si la chica te descubre?

- No pasará nada. No me descubrirá.

- Voy a confiar en ti, de nuevo. Más vale que no me falles, Bryan.

Él salió de su casa junto con Elizabeth. Ella se fue caminando, el subió a su coche y se alejó rápidamente conduciéndolo. Es de madrugada, Solanch no consigue dormir. Hay un aterrador silencio que la rodea, y eso no la tranquiliza. El tiempo para ella no pasa, porque se hace algo pesado estar encerrada y atada por 24 horas sin descanso. Las muñecas le dolían. Su hinchazón había disminuido bastante, pero le dolía la boca debido al trapo que la amordazaba.

- ¡Solanch! ¿Estás aquí? - susurró una voz masculina.

En lo primero que pensó ella fue:

- ¡Oh, por Dios! Es el secuestrador.

Luego, miró a las escaleras y vio la sombra de un hombre bajar por ellas. Solanch se ponía cada vez más nerviosa, pero sus nervios se detuvieron al ver que era Bryan quien bajaba al sótano en donde ella se encontraba secuestrada.

- ¡Solanch! - dijo él y bajó las escaleras apresurado.

El chico corrió hacia ella y le quitó la mordaza de la boca.

- ¿Bryan, qué haces aquí? Corres peligro. Espera...¿dónde está?

- ¿Quién?

- El secuestrador.

- Solanch, aquí no hay nadie. Esta casa está vacía.

- ¿Dónde estamos?

- ¿Puedes dejar de hacer preguntas y correr? - dijo él lanzando un regaño.

- Sí, obvio. Podré correr si me desatas las manos, ¿no? - respondió Solanch con simpatía e ironía.

- Claro, claro. Lo olvidaba.

Él liberó las muñecas de la chica, las cuales estaban salvajemente marcadas. Alrededor de sus muñecas, había una línea colorada producida por la gruesa soga con la que la habían amarrado al tubo. Ella acarició sus muñecas en señal de dolor y miró a los ojos marrones de Bryan. Eran unos ojos exactamente del mismo tono que los de Alex, ya que los habían heredado de su padre.

- Joder, sé que es un mal momento pero qué ojos más hermosos tiene. Me recuerdan demasiado a los de Alex. Pero el brillo de los suyos no se compara con ninguno. ¡Maldición! Debo dejar de pensar en Alex y en el brillo de sus ojos.

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