T2 2|¿ʜɪᴛ?

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Mi hermano me despierta a la mañana siguiente para ir a clase. «Desganada» cumplo con mis deber. Preparo mi mochila sin mucho dentro, le robo a mí hermano el zumo que se estaba tomando y antes de irme dejo un beso en su mejilla en signo de perdón.

Después me despido de mi abuela cómo puedo. Como me duele verla así después de tantos años, con lo alegre que ella era, sus ganas de hacer siempre algo nuevo con nosotros. Como olvidarlo. Pero ahora la miro y se me rompe algo en el interior al no encontrar todo eso en su perdida mirada.

Mi hermano me había notificado sobre el autobús que para a recoger a los estudiantes en dichas paradas. Llego justo a tiempo para cogerlo en la esquina cercana recogiendo a unos cuantos más.

Es curioso que un pueblo tan pequeño tenga un propio autobús que lleve a los alumnos a clase.

Subo mientras algunos me miran descaradamente, y entiendo porqué, no es usual no conocer a alguien en este pequeño y recóndito lugar. Pero sinceramente no es que me importe, tienen todos caras de antipáticos problemáticos y yo ya pasé esa época hace unos años. Paso de largo, me pongo los auriculares que guardaba en el bolsillo de mi pantalón y me aislo de mi alrededor el resto del camino escuchando música.

El autobús para bruscamente a los pocos minutos en medio de la carretera haciéndome reaccionar, algo extraño que me hace levantarme de mi asiento parar mirar al frente y encontrar una gran barrera con un puñado de —bastantes— persona del pueblo, todos con las mismas camisetas y gritando, manifestando derechos.

Menudo momento para volver al pueblo.

La conductora baja para conversar con dichas personas y los alumnos que se encuentran dentro empiezan a gritar y a revolucionarse descontroladamente, algo muy agobiante la verdad. Subo el volumen de mis auriculares lo más alto que este me permite y me intento hundir en mis pensamientos como si nada pasara hasta que todo vuelva a su marcha. Pero es bastante difícil de ignorar cuando una niña con rastas —y un poco rara en mi opinión— se gira para mirarme fijamente desde el asiento de detras. Será descarada.

—¿Qué miras tanto? —Le pregunto por algo de brusquedad al levantar la vista.

—¿Qué haces en este pueblo roñoso? —Solo ruedo los ojos—. ¿De dónde vienes? —Sigue preguntando al ver que no respondo su anterior pregunta.

—Sí, roñoso. Veremos a ver cuánto dura en pie eso de ahí —Señalo la barrera—. No pinta muy bien. ¿Que es lo que ocurre? —Al final sí muestro algo de interés.

—Quieren cerrar la fábrica del pueblo y si eso ocurre, entonces todo se iría a la mierda. El pueblo desaparecería.

Asiento interesada. Vaya putada para estas personas que llevan toda su vida aquí. ¿Qué será de ellos si pierden lo que les hace vivir aquí?

—Karmen.

—Naia —Nos presentamos sin más.

Entonces, el autobús vuelve en marcha. Me asomo por la ventana para ver el paso que aquellas personas nos ofrecen y así me paso el resto del camino mientras intento que el murmullo de fondo me moleste lo menos posible.

Al llegar al instituto, soy básicamente la última en bajar para hacer un poco de tiempo antes de que suene el timbre y empiecen las clases. Me siento en un pequeño poyete que hay en la entrada y cuando quedan apenas dos minutos, entro en el instituto en busca que la clase. Que por cierto, no sé qué motivo tiene esto, pero nos han aislado en la sala más rara que he visto en mi vida. Una clase en medio de un descampado del centro. Bien.

Camino distraída mirando el móvil ya que para llegar a mi clase tengo que cruzar varios pasillos del instituto. Mientras, me entretengo hablando con Marga para ser concretos. Ayer empezó la universidad y quería saber qué tal le había ido el primer día, entonces habíamos acabado hablando de la vez que se choco con una farola y se le hinchó tanto el labio que tuvo que ir al hospital. Spoiler: tuvieron que ponerle puntos.

Me choco, joder. Alzo la vista para ver de qué clase de persona se trata, pero frunzo el ceño bastante alucinada al ver de quién se trata.

—Oh, lo siento. ¿Estás bien? —Pregunta dándose la vuelta.

Espera, ¿que?

—¿Hit? —Me quedo mirándolo boquiabierta. Sin asimilar que después de dos años lo tenga delante, en un sitio tan remoto del mundo. ¿Qué hace el aquí?

El nombrado abre los ojos y sonríe sorprendido. Pero lo interrumpe aquel con el bigote antes de que él pueda decir nada.

—¿Naia cierto? —Asiento con la mirada aún perdida—. No sé qué acaba de pasar o de que os conoceis. Pero venga, vete a clase que estamos ocupados. —Me exige de mala gana, como si pueda decirme lo que hacer y lo que no. Me saca de quicio.

Se que si quisiera le reprocharia ahora mismo y me quedaría hablando con Hit, sí, algo muy yo de hace años. Las personas no cambiamos del todo, seguimos siendo nosotros. Pero me voy, no sin antes ponerle una mala —muy mala— cara. Dios, lo acabo de conocer y ya le odio. Cretino.

Guardo el móvil en mi bolsillo con tres mensajes de Marga por responder. ¿En qué momento? ¿En qué momento me acabo de chocar con la persona que me cambió la vida de la manera más loca? Lo pienso. ¿Y si me vuelve a dar clase? ¿Y si no le gusta a como he cambiado? ¿Y si...?

El corazón me late a gran velocidad.

𝐇𝐈𝐓 - 𝘼𝙝𝙤𝙧𝙖 𝙨𝙤𝙣 10Donde viven las historias. Descúbrelo ahora