Entro en la clase. Me siento casi al final, en la esquina izquierda detrás de una chica rubia que se cree modelo o algo. Ug.
Hay cosas de mi que nunca cambiarán por mucho que lo intente. Como esto, el pasar desapercibido, el no aceptar a la gente desde el primer momento, el no demostrar el cariño, y podría seguir. Pero es algo inevitable. Cuando lo pienso lo pienso, cuando me sale me sale. Sin más. Pero tampoco es que me arrepienta de dicho ser.
Sigo con los auriculares puestos porqués estos chicos sin tan insoportables... Mientras tanto me dedico a mirar a mi alrededor. La clase es cochambrosa, si en eso se molestan. Ya veo en que clase estoy, en la de los casos perdidos, como siempre he sido. Pero no me molesta, he vivido con esto toda mi vida.
Todos se quedan en silencio cuando Hit entra mientras lo persiguen con la mirada.
Marcelo, el que recién se le acaba de presentar, se acerca a saludarme de la manera más amable. El resto también se presentan con un saludo desde lejos.
Entonces, el director comienza a dar un discurso de mierda en otras palabras.
Un pelinegro —el compañero de la rubia— se rebela.
—¿Pero acaso alguno de nosotros ha elegido estar aquí? —El chico se sube a la silla. Niegan, pero to me limito a escuchar—. Estamos aquí porque nos habéis echado a patadas y habéis decidido meternos en el puto vertedero casi.
—Pues igual que a nuestros padres —Defiende la chica con las que hablé anteriormente en el autobús. Karmen.
Un pijo salta y los tres empiezan a pelear.
—A ver, que yo sí que quiero aprender un oficio. Y tú. —Señala la chica que trae a su niña —. Y tú.
Teo, —como dijo el pijo anteriormente — Se tira un pedo volviendo a todos a sus sitios asqueados.
Pero cuando el director intenta seguir hablando, esto se ríen de él y para que mentir, no soy menos, yo también lo hago.
Veo al pijo salir de la especie de clase en la que estamos metidos cuando mis nuevos compañeros empiezan a gritar en contra del director. Así que imito su acción hasta el baño más cercano. Esa clase era muy agobiante.
Saco la cajetilla de cigarros de mi bolsillo pequeño para encender uno con el mechero y fumármelo. Algo que nunca he podido dejar. La adición.
Al rato, veo a Hit asomarse. Le saludo con la cabeza y este entra.
—Vaya clasecita nos ha tocado eh... —Se rasca la nuca iniciando la conversación, como si nos hubiéramos visto ayer.
—Vaya panda de imbéciles —Ruedo los ojos antes de darle una calada al cigarro de mis manos.
—Ya veo que sigues fumando —Se percata al verme.
—Hay cosas que nunca cambian —Encojo mis hombros sin importarme en absoluto.
—¿Qué tal te va todo?
—Pues me iba bien hasta que llegue aquí —Abro los brazos molesta, dando a entender mis pocas ganas.
—¿Y tú qué haces aquí?
—Es el pueblo de mi infancia. Mi abuela tiene alzheimer y mi hermano no puede cuidarla sola.
—¿Tu hermano? ¿Tantas cosas me he perdido? —Lo noto sorprendido, y normal, después de todo lo que le conté hace dos años, es raro volver a estar con él.
—Si supieras... —Tiro el cigarrillo al suelo y lo apago con la planta del zapato—. Me alegro de volver a verte Hugo —Entonces camino hasta la puerta del baño.
—Yo también enana —Me dedica una sonrisa.
—¡Oye! Hace tiempo que dejé de serlo —Me sale una leve risa, parece que nada ha cambiado después de tanto.
Sinceramente, me alegro de volver a verle, pero hay algo que me asusta. No sé si verdad he cambiado tanto. ¿Y si vuelvo a caer? ¿Y si no soy como él espera? No quiero volver a verme como alguien débil. Solo quiero ser una chica normal, adaptarme y punto, pero me temo que esto con Hit será más complicado por mucho que me cueste admitirlo. No quiero que urge otra vez en la herida. Me asusta. Me aterra.
Ha acabado el horario escolar, gracias a Dios. Ahora, estamos todos subimos en el autobús esperando regresar a casa. La pija —Chelo— y el pijo —Román— Se dedican a grabar a un obeso que supongo que han atado al coche de Hit. Yo solo miro desde la distancia hasta que el recién nombrado entra.
—Gracias. De verdad muchísimas gracias —Pone la mano en su pecho—. Este recibimiento me ha emocionado. Lleno de mala hostia, de mala educación, malas forman. Lo que viene siento porquería, lo que a mí me gusta.
Los chavales sonreír a su alrededor, yo no soy menos, esto es bastante gracioso, pero ellos lo hacen con un aire se superioridad.
—Bueno y el regalo... ¿Porqué el chaval atado en mi coche es el regalo, no? —Los chiquillos asienten —Pues yo os he traído unos caramelitos como agradecimiento. A demás, son sabor «Me la pela» y es ideal para gente como vosotros.
Se acercan hasta rodearlo con ganas de uno, empieza a repartirlos.
—Toma Naia, no te vayas a quedar sin el tuyo. Que tú sigues siendo muy «Me la pela» a pesar de todo —Me lanza uno que cojo en el aire y le sonrío amistosamente.
Entonces, Hit se baja del bus y nosotros nos ponemos en marcha a nuestras respectivos hogares.
Pero yo no voy a casa, no me será tan fácil acostumbrarme a mi nuevo hogar. Así que me bajo en una calle que desconozco y paseo por la zonas, viendo sus cambios y avances. Recordando lo bonito que se me ocurre —y cosas no tan bonitas también—.
Han pasado tres horas desde que estoy aquí sola, en la calle, y sinceramente me siento bien, no quiero volver. Así que me alejo a un lugar abandonado que veo a lo lejos.
Al llegar veo unos botes de spray en el suelo y decido cogerlos para hacer alguna pintarrada en la pared de delante.
—¡Eh! ¡Eso es nuestro! —Joder, la pija.
—¡Suéltalo ahora mismo si no quieres problemas! —Y el compinche de la pija se acerca corriendo.
—¿Problemas? Por favor, no me hagáis reír.
—¡Teo haz algo! —Entonces, el chiquillo coge un bote de spray y me empieza a echar.
Yo no soy menos e imito el acto hasta que me agarra por los brazos y me intenta tirar al suelo. Yo hago su mismo movimiento y acabamos los dos tirados. Nuestras miradas conectan y algo raro me ocurre, siento un cosquilleo recorrer mi cuerpo como nunca antes me había pasado. Hasta que alguien aparece gritandonos. Nos levantamos del suelo y los tres juntos echamos a correr, los sigo hasta una puerta trasera y desaparecemos en cuestión de segundos hasta que paramos en un descampado.
—Venga Chelo, vamonos al centro comercial que hoy se lía —Le dice Teo a su amiga.
—Eres cojonuda eh —Se dirige la chica hacia mí antes de marcharse.
—Siempre lo he sido cariño. Yo ya me conozco este pueblo —Les lanzo un beso en el aire y me voy en la dirección contraria dejándolos algo extrañados.
ESTÁS LEYENDO
𝐇𝐈𝐓 - 𝘼𝙝𝙤𝙧𝙖 𝙨𝙤𝙣 10
Teen FictionNaia Romero. Una chavala más pequeña que el resto del grupo, pero con una dura vida por detrás que en realidad pocos conocen. Hit se meterá en su vida sin su consentimiento y le ayudará a ser feliz. A creer en la vida. 1#hit