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— Harry, será imposible explicarle —, murmuró.

Su seguridad había durado lo mismo que había tardado en beber la taza de té.

En su pecho aún la decisión estaba tomada, sin embargo su cabeza le pedía que diera vuelta aquella decisión y volviera a la cocina para empezar a preparar la merienda de su esposo. Estaba complicada. Siempre que su corazón y su cabeza se metían en un problema, terminaba ganando la parte racional. Parte que luego hacía que su corazón se volviera cenizas.

— Yo hablare con el, bekah, no te preocupes —, explica el, mientras su asistente busca en el vestidor, sin embargo se frena al escuchar aquel apodo.

— ¿Bekah? No me llamas Bekah desde la universidad —, ella responde, y él ríe, encogiéndose de hombros. Haciéndola sonreír también.

— Tu esposo es demasiado celoso, ¿lo sabes? Por poco no te llamo Señora Rossi delante de él —, explica apoyado en el umbral de la puerta, cruzado de brazos mientras la ve caminar de un lado a otro.

Rebekah no dice nada, sin embargo tiene tanto que decir. Su mente en un enjambre de pensamientos que no han sido invitados y que no puede echar. Se siente condenada y señalada últimamente. Su esposo, quien está trabajando en la empresa, no solamente despreciaría aquel apodo, si también el hecho de estar en una habitación junto a su amigo en una ambiente tan casero que incluso parece familiar.

Toma su ropa y entonces ingresa en el baño de la habitación, comenzando a quitarse aquel espantoso vestido de esposa modelo y enfundando con su ropa de empresaria. Un conjunto de pantalón y chaleco negro con finas líneas blancas, con solo un brasier de encaje y tacones altos. Suelta su cabello y se mira al espejo. Ahí está, la mujer con la que ha soñado durante la noche. Sonríe y busca sus maquillajes, comenzando a retocarse. Mira el labial rojo y se mira a los ojos.

Aún recuerda las palabras de Cipriano y aquella duda inmensa acerca del color de su boca.

«No es adecuado para una mujer casada, no es adecuado para mi mujer»

No dudo más. Iba a necesitar un impulso extra si quería ir en contra de los deseos de su esposo. Aquel escudo era estúpido, pero el labial la había hecho sentir poderosa la noche de navidad. La había hecho sentir vanidosa y valiente.

Retocó su boca y se miró al espejo, salió del vestidor, dándole la espalda al hombre que parecía estar enterrado en mensajes de texto y cuando ella menos lo esperó él estaba observándola fijamente. Sus pensamientos, los de Harry, eran tan profundos y revoltosos como los de Rebekah, pero tenían un tinte diferente, no era un tinte gris y de vergüenza, era un tinte rojo carmín, el que estaba llamando desde sus labios.

Tuvo que tragar saliva y respirar. Ella se veía increíble. No solo era su figura y su rostro de muñeca. Era la forma en la que se manejaba sobre esos tacones y la actitud casi infartante que tenía mientras se dirigía hacia él, robándole hasta el último aliento de su cuerpo.

— ¿Estás listo? Creo que tengo todo —, murmuró ella y se colocó delante de él, compartiendo aquel pequeño umbral de un cuerpo.

Su perfume lo estaba envolviendo. Sus ojos azules lo estaban hundiendo y los pensamientos parecen navegar en el mar rojo de sus labios. Necesita respirar.

—  Bekah — , murmuró y ella casi sintió sus mejillas doler por aquella sonrisa que le dio  y el calor que la atravesó. —  Te ves increíble.

Se miró a sí misma y luego lo miró a él. Su traje azul parecía estar irradiando poder. Era tan elegante, poco ostentoso, sin embargo lo hacía ver como el hombre más codiciado de la ciudad. Aunque estaba casi segura que así era. Harry Styles era el soltero más codiciado de la ciudad y estaba en su vestidor, haciéndola sentir hermosa, mientras su esposo, su mejor amigo, le habia sentir como una sucia cenicienta que debía quedarse en casa.

illicit affairs | Harry StylesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora