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El vestido celeste, elegido por Harry, fue utilizado esa misma noche, cuando ambos se prepararon para ir a cenar a un hermoso restaurante de culto.

Rebekah decidió que había abusado demasiado del labial cereza, por lo que optó por un maquillaje mucho más sutil, pero lo suficientemente bonito para acompañar el vestido que Harry había escogido para ella.

Desde el museo, todo se sentía diferente.

La pasión que había creído que limitaba su relación se había complementado con la ternura que ambos sentían. Ya no se trataba solo de besos ilícitos ni de la adrenalina de la aventura. No era eso lo que los mantenía tan unidos. Había algo más. Algo que había estado siempre oculto en las cenizas, que ahora habían volado y sido reemplazadas por fuego.

La cena fue increíble, y cuando ambos se despidieron en el corredor, Harry decidió que, si besaba su boca, no podría dejarla allí. Así que la besó en la mejilla y se despidió lo más lentamente posible.

A la mañana siguiente, Rebekah se permitió dormir más de lo normal, disfrutando la suavidad de su cama y el aroma a Harry que había quedado en su almohada, después de que él se hubiera recostado allí el día anterior, mientras ella se maquillaba y preparaba para el museo.

Era el último día en Nueva York, y Harry le había dicho que irían de compras. En otro momento eso le habría entusiasmado; sin embargo, ahora sentía que no necesitaba la ropa para llenar ese espacio vacío que su esposo dejaba en su vida. Ahora tenía a Harry.

Se levantó y se vistió con una falda, una polera y un saco que la protegía del frío de la ciudad. Estaba comenzando la primavera, por lo que había días fríos y otros cálidos, igual que en Londres.

Encontró a Harry, y él besó su boca una vez más, quitándole cualquier emoción conflictiva en su cabeza por no haber sido besada la noche anterior.

— ¿Dormiremos aquí esta noche? —preguntó, mientras saboreaba el café americano.

Harry asintió con la cabeza, tomando su mano y besándola antes de tomar su café y desayunar. Si alguien los viera, diría que eran una pareja de recién casados, o eso pensaba Rebekah. Su esposo jamás había sido tan atento, ni siquiera en su luna de miel.

— Aún así nos iremos en la primera hora. Tenemos un viaje largo de vuelta a Londres —explicó, y ella miró un segundo sus manos tomadas.

Londres. ¿Qué sería de ellos en Londres?

Aquella pregunta estuvo en su cabeza durante el resto del día; sin embargo, no le impidió disfrutar de la tarde de compras.

Salir con Harry fue divertido. Resultó que las compras no eran solo para ella, sino que el hombre estaba ansioso por adquirir nuevos trajes, camisas y ropa para todos los días. Además, se probaba cada prenda y pedía por un asesoramiento especial de la mujer, haciendo que ella se tomara muy en serio su posición.

Rebekah también se probó vestidos y zapatos. Incluso se atrevió a comprar un pantalón de mezclilla que Harry dijo, citando: "Te hace un trasero increíble, cielo."

Al volver al hotel, ambos estaban repletos de bolsas. Tanto así que tuvieron que comprar una valija más y compartieron la tarea de acomodar todo para poder llevarlo a Inglaterra sin ninguna pérdida. Luego merendaron a la hora del té, en una hermosa terraza que mostraba el atardecer en la ciudad, teñido de colores que llenaron la imaginación de Rebekah para un nuevo cuadro, el cual estaba ansiosa de pintar al llegar a casa.

La noche llegó, y estaban tan llenos de comida que decidieron cambiar su salida nocturna para cenar por una visita a la piscina. Un plan que hizo que Rebekah se pusiera aquel bikini que había guardado después de la interesante conversación en su clóset, hace unos días atrás, cuando en su mente solo existía una fantasía poco creíble de lo que estaba viviendo.

illicit affairs | Harry StylesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora