El viaje a Londres fue silencioso y totalmente tenso.
Nada era sencillo a este punto, puesto que ambos tenían un mundo personal en su cabeza que no les permitía pensar con claridad. Ambos se habían armado una película personal, lo suficientemente confusa y enredada para mantenerse alejados.
Rebekah mantenía sus auriculares mientras observaba las nubes y sobrepensaba. Su esposo era lo único que ella tenía y lo estaba arruinando por su ambición. Ella deseaba salir del castillo que él había creado para ella, pero también era su reina.
¿Qué más podía pedir una mujer?
Quizá era un hombre frío o que le costaba mostrar sus sentimientos. Había tenido una infancia dura, de todas formas. Así que tampoco podía culparlo por querer tener una vida de ensueños.
El sueño que no había conciliado la noche anterior la hizo caer, y mientras Harry observaba a la joven, se aseguraba de guardar cada una de sus facciones para él, sabiendo que posiblemente esa fuera la última vez que la vería allí, descansando pacíficamente e íntimamente con él.
Cipriano no volvería a contemplar algo así.
Pasó las yemas de sus dedos por su pómulo, luego su mejilla y su boca con la suavidad de una rosa, rezando para que ella no despertara y lo encontrara allí, contemplando todo aquello que jamás podría tener y que por un momento había creído que era suyo.
Sus facciones le recordaron la noche anterior. Visiones cayeron sobre sus párpados como destellos de lo que había sido uno de los momentos más excitantes de su vida, pero también recordó lo feliz que se veía frente al espejo. Recordó lo eterna que se veía rodeada de las pinturas y lo radiante que parecía mientras reía al probarse aquellas desorbitantes y poco comunes prendas que había probado en el centro comercial.
Hacía años que no la había visto así. Incluso le pareció que su rostro se rejuveneció a la época en donde ambos reían a carcajadas en algún café recóndito de la universidad, en donde se juntaban a estudiar por horas y horas hasta que las estrellas aparecían y el sol se teñía de colores, como aquel atardecer que habían visto en Nueva York.
El viaje había sido mágico, pero lo mágico era solo un engaño, y ambos se habían estado engañando.
El avión llegó a Londres y, de repente, sintió que el gris del cielo combinaba perfectamente con su estado emocional. Ya estaban lejos los colores de pinturas y atardeceres. Ya estaban en la tierra que le había dado todo, pero también que ahora se lo arrebataba.
Ambos salieron del aeropuerto sin mirarse a la cara. Por vergüenza, enojo o porque, si lo hacían, ambos dejarían de lado aquella situación pensante y se arrepentirían de haber dicho que aquello era un error.
— ¿Vendrá Cipriano a recogerte? —preguntó Harry, observándola por primera vez. Sin embargo, ella tenía sus ojos puestos en aquel mensaje que no había sido respondido.
— Parece que no, así que tomaré un taxi. No te preocupes —dijo ella, abriendo la aplicación. Harry quiso tomar el teléfono y estrellarlo contra el suelo para que lo mirara a él, pero decidió que debía mantenerse pacífico.
— Bekah, no digas bobadas. Te llevaré a casa, vamos —le dijo, y entonces ella lo ignoró.
— Estás siendo infantil —comentó él, queriendo tomar el teléfono, pero ella fue más rápida. Al menos eso hizo que ella lo mirara. Por un segundo, vio una chispa cruzar sus ojos, pero el brillo desapareció tan rápido como apareció.
— No me llames infantil —lo enfrentó, y él quiso besarla, porque su nariz estaba roja por el frío de Londres y su piel se veía extremadamente suave bajo la luz.
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illicit affairs | Harry Styles
FanfictionNo me llames infantil, no me llames bebe. Mira este desastre en el que me haz convertido. Me mostraste colores que sabes no puedo ver con nadie más. No me llames infantil, no me llames bebe. Mira esta maldita idiota en la que me convertiste. Me en...