22

123 14 7
                                    

El viaje a Londres fue silencioso y totalmente tenso.

Nada era sencillo a este punto, puesto que ambos tenían un mundo personal en su cabeza que no les permitía pensar con claridad. Ambos se habían armado una película personal, lo suficientemente confusa y enredada para mantenerse alejados.

Rebekah mantenía sus auriculares mientras observaba las nubes y sobre pensaba. Su esposo era lo único que ella tenía y estaba arruinándolo por su ambición. Ella deseaba salir del castillo que él había creado para ella, pero también ella era su reina.

¿Qué más podía pedir una mujer?

Quizá era un hombre frío o que le costaba mostrar sus sentimiento. Había tenido una infancia dura, de todas formas. Así que tampoco podía culpar por querer tener una vida de ensueños.

El sueño que no había conciliado la noche anterior la hizo caer y mientras Harry observaba a la muchacha se aseguraba de guardar cada una de sus facciones para él, sabiendo que posiblemente esa fuera la última vez que la vería allí, descansando pacíficamente y en intimidad con él.

Cipriano no volvería a contemplar algo así.

Pasó las yemas de sus dedos por su pómulo, luego su mejilla y su boca con la suavidad de una rosa, rezando porque ella no se despierte y lo encontrará allí, contemplando todo aquello que jamás podría tener y que por un momento había creído que era suyo.

Sus facciones le recordaron la noche anterior. Visiones cayeron en sus párpados como flashes de lo que había sido uno de los momentos más excitantes de su vida, pero también recordó lo feliz que se veía frente al espejo. Recordó lo eterna que se veía alrededor de las pinturas y lo radiante que parecía mientras reía al probarse aquellas desorbitantes y poco comunes prendas que se había probado en el centro comercial.

Hacía años que no la había visto así. Incluso le pareció que su rostro rejuveneció a la época en donde ambos reían a carcajadas en algún café recóndito de la universidad, en donde se juntaban a estudiar por horas y horas hasta que las estrellas aparecían y el sol se teñía de colores, como aquel atardecer que habían visto de Nueva York.

El viaje había sido mágico, pero lo mágico era tan solo un engaño y ambos se habían estado engañando.

El avión llegó a Londres y de repente sintió que el gris del cielo combinaba perfectamente con su estado sentimental. Ya estaban lejos los colores de pinturas y atardeceres. Ya estaban en la tierra que le había dado todo pero también que ahora se lo arrebataba.

Ambos salieron del aeropuerto sin mirarse las caras. Por vergüenza, enojo o porque, si lo hacían, ambos dejarían de lado aquella situación pensante y se arrepentirán de haber dicho que aquello era un error.

— ¿Vendrá Cipriano a recogerte? —, pregunta Harry, observándola por primera vez, sin embargo ella tiene sus ojos puestos en aquel mensaje que no había sido respondido.

— Parece que no, así que tomaré un taxi. No te preocupes —, ella abre la aplicación y él quiere tomar aquel teléfono y estrellarlo contra el suelo para que lo mirara a él, pero decide que tiene que ser pacífico.

— Bekah, no digas bobadas. Te llevaré a casa, vamos —, le dice y entonces ella está ignorándolo. — Estás siendo infantil —, él quiere tomar el teléfono y ella es más rápida.

Al menos eso hace que ella lo mire. Por un segundo ve una estrella cruzando sus ojos noche pero el brillo desaparece tan rápido como parece.

— No me llames infantil —, lo enfrenta y el quiere besarla, porque su nariz está roja por el frío de Londres y su piel se ve extremadamente suave bajo la luz de Londres.

illicit affairs | Harry StylesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora