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La ciudad se teñía de rosado, un rosa pálido y pacífico. Esta era la razón por la que un Gyuvin de siete años amaba la primavera. El ambiente era dulce, el clima cálido y el césped brillante. El azabache creía que la ciudad volvía a la vida durante la primavera, dejando las luces artificiales de lado para permitir al sol iluminar en todo su esplendor.

Por lo tanto, no se molesta cuando su progenitora le deja un par de cuadras antes de la entrada para evitar el tráfico del núcleo, pues según sabe, lleva prisa. Así que disfruta de caminar debajo de los cerezos, inhalando el aroma de su entorno.

Sus pequeños pasos se detienen a metros de entrar en aquella imponente arquitectura cuando un hermoso automóvil blanco se detiene frente a él, interfiriendo su cruce en la calle.

Una mujer joven y exageradamente refinada baja del lujoso coche, luciendo como una CEO de líneas hoteleras, según el azabache. Tras ella una cabellera oscura aparece, bajando del copiloto con la mirada pegada al suelo, sin ánimo.

Oh, es Shen Quanrui. Gyuvin lo ubica como alguien más de su aula, pues ese niño siempre dormía durante las lecciones. A él le parecía divertido verlo porque hacía mohines con su nariz cual conejito, incluso balbuceaba incoherencias de vez en cuando.

Gyuvin pensaba que Shen Quanrui era divertido. Cuando éste despertaba él luchaba con todo su autocontrol para no mirar atrás, incluso si la profesora le llamaba la atención al pelinegro.

No podía sospechar que él siempre lo miraba, porque Gyuvin sabía que eso no era normal, menos si la mirada provenía del chico ignorado por toda su clase. Quanrui pasaría de él, o tal vez, ni siquiera sabía de su existencia.

La elegante mujer parece hablar de algo con el niño, aunque está tecleando algo en su celular con rapidez. Ricky -lindo sobrenombre con el que se conoce al pelinegro- solamente asiente sin despegar la mirada del suelo. Lo siguiente es un beso en la frente del menor, y finalmente la mujer vuelve al coche sin abandonar su preciado aparato.

Ricky suspiró pesado, haciendo que la pequeña mochila sobre su espalda subiera y bajara lentamente en un movimiento. Esperó unos segundos antes de alzar la mirada, y lo primero que encuentró son los ojos avellanados del azabache.

Gyuvin siente que ha sido pillado, por lo que desvía la mirada fingiendo desinterés. Con apuro, cruza la calle y entra en la institución, sin mirar atrás.

Love Gummy - SHIMKONGZ.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora