all for us ★ katniss everdeen

iv. star crossed lovers

Las salas de entrenamiento están bajo el nivel del suelo del edificio del doce. El trayecto en ascensor es de menos de un minuto, y después las puertas se abren para dejarles ver un gimnasio lleno de armas y pistas de obstáculos. Todavía no son las diez, pero son los últimos en llegar.

Los otros tributos están reunidos en un círculo muy tenso, un trozo de tela prendido a la camisa en el que se puede leer el número de su distrito. Mientras alguien les pone el número doce a ambos en la espalda, Katniss hace una evaluación rápida: Peter y ella son la única pareja que va vestida de la misma forma.

─Ven, vamos ─dice Peter para agarrar el brazo de Katniss y ambos entrar al círculo.

En cuanto se unen al círculo, la entrenadora jefe, una mujer alta y atlética llamada Atala, da un paso adelante y empieza a explicar el horario de entrenamiento.

En cada puesto habrá un experto en la habilidad
en cuestión, y podrán ir de una zona a otra como quieran, según las instrucciones de nuestros mentores. Algunos puestos enseñan tácticas de supervivencia y otros técnicas de lucha. Está prohibido realizar ejercicios de combate con otro tributo. Se tienen ayudantes a mano si quieren practicar con un compañero. Luego Atala empieza a leer la lista de habilidades.

Peter escucha todo con atención, cuando fija se vista en Cato Hadley, tributo del distrito dos. Lo mira de una forma amenazante y juguetona que hace que a Peter se le hiele la sangre.

Traga saliva y luego aparta la mirada al suelo, escuchando las risas de Cato, Clove, Marvel y Glimmer. Los participantes de los distritos más enriquecidos. Peter siente ganas de llorar, no
tiene oportunidad contra ellos.

Los tributos profesionales parecen mirarlo como una presa, lo que hace que Peter además de avergonzarse, se sienta inferior.

Luego fija su vista en Katniss, tratando de alejar sus ganas de echarse a llorar. La chica examina todo el lugar con detenimiento.

─¿Por dónde te gustaría empezar? ─Peter trata de poner un tono serio, y a duras penas lo logra. Si Katniss lo notó, no comenta nada al respecto.

─¿Y si atamos unos cuantos nudos? ─sugiere Katniss, Peter asiente.

─Buena idea ─asiente y ambos comienzan a caminar.

Se acercan a un puesto vacío. El entrenador parece encantado de tener alumnos; da la impresión de que la clase de hacer nudos no tiene mucho éxito. Cuando ve que Katniss sabe algo sobre trampas, les enseña una sencilla y magnífica que dejaría a un competidor humano colgado de un árbol por la pierna.

Se concentran en ella durante una hora hasta
que los dos dominan la técnica y pasan al puesto de camuflaje. Peter parece disfrutar de verdad con él y se dedica a mezclar lodo, arcilla y jugos de bayas sobre su pálida piel, y a trenzar disfraces con vides y hojas. El entrenador que dirige el puesto está entusiasmado con su trabajo.

─Yo hago los pasteles ─confiesa Peter.

─¿Los pasteles? ─preguntó, observando al chico del Distrito 2, que acababa de atravesar el corazón de un muñeco con una lanza a trece metros de distancia─. ¿Qué pasteles?

─En casa. Los glaseados, para la panadería ─es lo que dice Peter antes de volver a su trabajo.

Empieza a mirar con un ojo más crítico el diseño del brazo de Peter: el dibujo, que alterna luz y sombras, recuerda a la luz del sol atravesando
las hojas de los bosques.

Katniss se preguntó como lo sabe, porque duda que haya cruzado alguna vez la alambrada. ¿Lo habrá sacado con tan sólo mirar el viejo y esquelético manzano que tiene en su patio? No sabe por qué, pero todo eso (su habilidad, los pasteles inaccesibles, las alabanzas del
experto en camuflaje) le molesta.