xxiii. peter mellark: the traitor

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Peter estaba comenzando a odiar el color blanco. El color de las cuatro paredes que lo mantenían cautivo en la habitación. El color de las frías baldosas que tenía bajo sus pies. El color de las delicadas ropas blancas como la nieve que tenía encima.

La única vez que dejaba de ver algo blanco era cuando lo llevaban a hablar con el presidente Snow y a hacerle ver clips de Katniss y él en los juegos del hambre mientras le inyectaban una sustancia extraña que lo ponía paranoico y miedoso.

En cierta parte, cuando Peter veía las gotas de sangre en los rostros de los tributos, el líquido rojo manchando su ropa y rostro, le aliviaba un poco, le recordaba que seguía vivo y además lo miraba fijamente para no tener que ver el agobiante color blanco. Aunque estuviera demasiado confundido para saber el porque su miedo repentino.

Pero ni todas las conversaciones siniestras, ni todas las inyecciones y demás se comparaban a lo peor que Peter podría experimentar. Los gritos de dolor de Johanna Mason y el llanto nada sutil de una mujer.

Cuando eso sucedía, Peter chocaba la cabeza contra las paredes blancas, en un intento desesperado por quedar inconsciente y ya no escuchar nada más. Ya que no funcionaba, su segunda opción era hacerse bolita en el suelo y cubrir sus orejas de una forma casi salvaje. Peter seguía gritando y resistiéndose, aunque sabía que a este punto, ya no tenía caso.

Las expresiones cansadas en el rostro eran evidenciables, así como las ojeras moradas que adornaban sus opacos ojos azules e hinchados por el llanto. Su piel había adquirido un tono grisáceo y sospechaba que era por el hecho de que se negaba a comer. Peter no podía siquiera comer, Johanna estaba probablemente pasándola muy mal.

Peter tenía la garganta demasiado seca y ni siquiera podía tragar saliva, se hacía daño. Aparte de eso estaba seguro de que si hablaba le dolería, los gritos le destrozaban la garganta.

Peter comenzaba a dudar de todo. Ojalá hubiera comido esas bayas, estaría todo mejor sin él.

Probablemente Katniss sería más feliz, sus padres no tendrían una carga más, Peeta no tendría que sufrir constantemente por él. Ya nadie tendría que sufrir por su incompetencia. No obstante, se hizo la pregunta más grande del momento, ¿Debería de haberse abstenido a presentarse como voluntario? ¿Debería haberse quedado viendo como su hermano se dirigía a la muerte inevitable que de algún modo, todos los adolescentes de Panem sufrían?

No. Pensó y de inmediato negó violentamente con la cabeza. Eso jamás.

Peter jamás se atrevería a dejar morir a su hermano, su compañero, el único que a pesar de todo había permanecido a su lado. Peeta no era más que una de las personas por las que sacrificaría todo sin esperar nada.

Sin embargo, esto era muchísimo más grande que ellos. Debió comer esas bayas, debió dejar que los profesionales lo mataran, debió salvar a Glimmer de tener una muerte tan horrorosa. Debió matar a Katniss Everdeen.

¡Alto! ¿Matar a Katniss? ¿Su Katniss? No. Eso jamás. No podía ser. Katniss lo significaba todo para él, no se atrevería a matarla jamás.

Aunque en estos momentos pudiera significar un acto de piedad. Un desgarrador gritó femenino irrumpió en sus oídos. Se trataba de Johanna Mason. Probablemente eso era lo peor, ellos tratando de hacerle entender que el no podía hacer nada para detener su sufrimiento.

Peter se colocó en posición fetal, sintiendo como la culpa lo inundaba. Johanna no debía estar en esta fatídica situación. Solo él.

Él era el culpable. Lo querían a él. Johanna no figuraba nada ahí.

─Detenganse, por favor ─lloriqueó a todos y a nadie en particular, tapándose los oídos. Las lágrimas corriendo por sus mejillas. La culpa llenando sus sentidos.

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⏰ Última actualización: Oct 16 ⏰

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