La Mártir

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A pesar del anhelo apresurado de Harry de conocer y conquistar a Hannah, sabía que las cosas era mejor no apresurarlas. Por los últimos meses de su vida, no había hecho otra cosa que andar a lo apurado: de Rumania a Estados Unidos, de los brazos de Charlie a los de Rachel, de allí rápido y sin ceremonia había saltado a los de Leo, viajando sin ton ni son por el Caribe y hasta Sur América.

Harry sentía ahora el deseo de echar raíces, de finalmente encontrar su camino, una vocación que le hiciera brillar los ojos como ocurría con los de Hannah cuando veía una obra de arte hermosa y antigua.

Y aunque estaba fascinado con la bruja, Harry quería hacer las cosas bien, tener citas, conversar, conocerla, saber lo que era en verdad el romance y de dónde venían todas esas canciones de amor y novelas que hablaban de una persona inolvidable y única para ti.

Harry ya había conocido el placer carnal, las aventuras y lo incierto de una vida sin planes ni muchas responsabilidades. Algo en su interior le decía que ahora quería algo más sólido y perdurable.

Hannah tenía sus días bastante ocupados. Trabajaba en la tienda aprendiendo a autenticar obras, iba a clases en la universidad – Muggle – donde estudiaba Historia del Arte, iba sacar fotos a piezas que André podría comprar para restaurar y luego vender, hacía entregas a los museos, coleccionistas y empresas que compraban y vendían antigüedades, y por supuesto, estudiaba duro. Hannah a veces estudiaba hasta muy tarde para sus exámenes, preparando sus proyectos universitarios, y era muy dedicada a su carrera.

Harry a veces se reunía con ella un rato en sus momentos de descanso para tomarse un café y conversar. Sentía que había pasado una especie de prueba esa noche en la casa de Lauren, ahora, Hannah se veía un poco más relajada en su presencia, le hablaba con más soltura de su trabajo, de la universidad y de sus amigos universitarios franceses, y a la vez, se interesaba sobre las historias de su viaje a América y su experiencia como surfista.

A Harry aun le asustaba que no le hubiera mencionado a Nott o a Malfoy, no había logrado saber por sus contactos en Inglaterra qué había sido de la vida de ambos magos y esta no le había contado cómo era ahora su relación con ellos siquiera.

Una tarde, sentados en un café al aire libre mientras ambos tomaban té – para recordar la patria – y comían pastas, Hannah reía divertida oyendo a Harry relatarle cómo aprendió a surfear y de sus múltiples caídas e intentos fallidos. El corazón de Harry se encogía un poco con su risa suave y lo que hacían esas carcajadas atenuadas con su mano a esas pequeñas pecas en su nariz. A Harry le encantaba como Hannah miraba a veces sin ver a un lado imaginándose lo que Harry contaba para volver la vista hacia él otra vez sonriendo divertida.

Hannah jamás le había dado su dirección pero si su número de celular, y en alguna oportunidad en la que le enviaba algún mensaje de texto breve y conciso para verse, él jamás se negaba y suspendía cualquier plan que tuviera – que honestamente, no eran demasiados.

En una ocasión le había enviado una lechuza a su lugar de residencia y le pidió contestara a través de la misma, por lo que sabía que para él, la bruja no era inmarcable, pero aún no le invitaba a conocer el lugar donde trabajaba ni a verla en su universidad, jamás le hablaba de sus amigos ingleses, y hasta ahora, sus 'citas', si es que podían llamarse así, eran breves pero divertidas.

Harry sentía que la bruja quería proteger su privacidad de él, a pesar de que le había permitido conocer a Lauren y Jean-Luc, y aunque nunca le había prohibido mencionarla con sus amigos ingleses, tampoco le preguntaba por ellos desde ningún punto de vista; era como si la vida de Londres no le importara en lo absoluto y pasara de ella para mejor.

Sin embargo, le había dado buenos consejos de sus estudios de francés, le alentaba a conocer diferentes museos y lugares históricos, y a veces, le preguntaba sobre si había hecho amigos, a lo que él comentaba que solo tenía conocidos en sus clases de francés con los que salía a veces – en grupo – a tomarse unos vinos y comer algo, o a hacer una visita que tendrían que relatar en sus pruebas orales, pero no tenía ningún amigo cercano y no mentía sobre eso. Varias chicas y chicos le habían invitado a salir, pero él les decía que estaba saliendo con alguien y desalentaba todo intento de coquetearle, o incluso, los de sexo sin compromiso. Harry solo tenía cabeza para Hannah y no iba a dar ocasión de dañar cualquier oportunidad con ella por un revolcón.

Perdido y Encontrado en ParísDonde viven las historias. Descúbrelo ahora