Perdido y Encontrado en París

Arte que Toca el Alma

No sabía cuánto tiempo tenía observando la trágica y hermosa pintura, hasta que sintió una mano tocarle gentilmente el hombro, y cuando se giró a la derecha, Hannah le observaba con sus preciosos ojos verde mar muy abiertos y preocupados. Harry no pudo evitarlo, pero por un segundo, su bello rostro le recordó a la joven del cuadro, de rostro níveo y delicado como el de Hannah, y sin siquiera pensarlo, sollozó mirándola diciendo, "Oh, Hannah".

Ella no lo pensó, solo lo abrazó fuerte y le dejó llorar en su hombro desconsolado. Harry sabía que alguien de Seguridad del museo se acercó a ellos y Hannah le hizo señas de que estaban bien y que les dejaran solos. A Harry no le importó. Lloró un rato más sobre el hombro de su nueva amiga sintiendo que de alguna forma, ese cuadro le hacía saber que alguien, y que tal vez incluso muchas personas más, habían sentido lo que él sintió hacía muchos años, muriendo y también viendo a otros encarar la muerte tan de cerca, también algo le decía que la mujer que le abrazaba en silencio sin decir una palabra, cuyos cabellos rubios mojaba en este momento con sus lágrimas sobre su hombro, tal vez podía entender el tumulto que sentía en este momento en su pecho.

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Rato después, de la mano de Hannah, Harry caminó despacio y sin aún hablar hacia su café favorito, Le Café Mollien, que estaba dentro del museo y tenía mesas en una de las terrazas interiores. Harry se dejó conducir a una mesa mientras Hannah compraba café para ambos. Harry la esperó tranquilo sintiendo que dos cosas podían suceder: Hannah se iba a alejar corriendo de él pensando que era un demente, o de alguna forma, como sucedió con Hermione y el evento del trol, esto les iba a acercar más; y en verdad, esperaba que fuera lo segundo.

Hannah volvió con café, dos tartas de limón y una botella de agua mineral. Harry la miró y le sonrió y ella le devolvió su sonrisa.

"Estas no son tan buenas como las tartas del Richelieu pero son bastante aceptables", dijo refiriéndose a un café pequeño pero donde todo era delicioso que había conocido gracias a ella y Harry sonrió en su dirección asintiendo.

"Nina, yo... lo lamento... no sé...", Harry estaba pensando cómo explicar lo que sucedió pero Hannah lo cortó de inmediato.

"¡No! absolument pas ! (1)", dijo tajantemente mirándole con el ceño fruncido pero con ojos amables. Harry hizo silencio y la miró asombrado. "Por favor, no te disculpes por los sentimientos que despierta en ti una obra de arte, al menos no conmigo, jamais, no es necesario, Harry", hizo una pausa mirándole directamente a los ojos sin siquiera tocar su café mientras Harry la miraba hipnotizado, "estás hablando con una persona que llora cada vez que lee Jane Eyre aunque ya haya leído muchas veces esa obra, que quisiera volverse gigante para poder besar el David de Miguel Ángel por lo hermoso que es y lo que le hace sentir, que lloró cada vez que vio el ballet de Romeo y Julieta en el Royal Ballet cuando vivía en Londres, que gimoteó como bebé cuando oyó por primera vez a Coldplay tocar 'Paradise' en un concierto en vivo..." hizo una pausa y por fin probó su café, Harry ni se movió bebiéndose su expresión como si no hubiera algo más en el mundo, "tal vez no entienda lo que sentiste cuando viste 'La Jeune Martyre' o lo que despertó en ti, pero si sé lo que el arte puede hacer con nuestras emociones y nuestro corazón, así que solo me alegra que puedas ser capaz de sentirte así por algo en este mundo", inclinó su cabeza y le miró aun seria y de repente, lució triste, "Siempre he pensado, Harry, que es muy triste que la gente pueda vivir toda una vida y nunca encontrar algo ajeno a su persona que le haga sentir así".

Harry sintió un deseo loco de acercarse y besarla, de decirle que ella también le hacía sentirse así, pero se contuvo porque sabía que Hannah tal vez se asustaría del gesto y huiría, y él se moriría porque necesitaba compartir esto con ella y muchas cosas más.