19: Es Que... Lo Complicas Todo

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Nos quedamos sentados frente al fuego, en silencio, hasta que Seokjin coge el libro que está sobre el sofá. Se queda mirando la cubierta unos segundos.

—¿De qué trata?

—Es una novela de intriga. La chica tiene un acosador, hay cinco sospechosos y la cosa está empezando a ponerse muy fea.

—¿Y ya has adivinado quién es el malo? —pregunta mientras vuelve a dejar el libro a un lado y su rodilla roza otra vez la mía cuando se gira.

—Todavía no, soy torpe para esas cosas—. Seokjin me mira con los ojos entrecerrados.

—¿Quién te hizo creer ese tipo de cosas sobre ti mismo? Fue Yugyeom, ¿verdad?

—Yugyeom no existe —susurro.

—Jungkook, puedes decirme directamente que no quieres hablar, pero no me mientas. Es lo único que te pido si vamos a ser amigos.

—¿Amigos? ¿Desde cuándo? Perdona, pero no estoy muy al tanto de tus planes. De hecho, hasta hace unos veinte minutos no pensaba volver a dirigirte la palabra.

—Siento lo del otro día.

—Está bien.

—¿Y eso qué significa?

—¡Que acepto tus disculpas! Dejemos el tema —digo nervioso—. Y tienes razón, sí, fue Yugyeom la persona que fue agujereando mi autoestima lentamente, pero también fui yo, porque si hubiese puesto una barrera para impedirle entrar en mi mente y ver todas las debilidades que tenía... En fin. Ahora ya es tarde.

Observo las llamas anaranjadas que se mecen con suavidad frente a nosotros; el suave chisporroteo se ahoga a veces tras los violentos sonidos del viento en el exterior. Veo a Yugyeom si miro el fuego. Veo su mano sosteniendo el encendedor, sus labios rodeando un cigarrillo apagado y la sonrisa lobuna que se apodera de ellos cuando decide no encender eso, sino otra cosa. Solo para hacerme daño. Consecuencias de no darle lo que quiere. Y me quiere a mí.

—Jungkook. —Giro la cabeza hacia él mientras me mordisqueo el labio inferior intentando encontrar pielecitas sueltas que arrancar; los ojos de Seokjin descienden hasta mi boca y vuelven a ascender segundos después—. ¿Cuándo dejaste de vomitar?

Todavía no he decidido si me gusta o me disgusta que sea tan directo.

—Poco después de empezar a hacerlo. No, no es como piensas. No lo hacía siempre y mi madre se dio cuenta enseguida de que me ocurría algo, pero no por eso, sino porque comía menos. Comía nada, en realidad. Adelgacé demasiado y empezó a vigilarme. Me llevaron al médico y Hyuk pagó un pastizal para que pudiese acudir a la consulta de uno de los mejores psicólogos especializados en desórdenes alimenticios. En parte sirvió, aunque nunca fui totalmente sincero con ese hombre. Pero dejé de vomitar. Odiaba hacerlo. —Bajo la voz—. Me cuesta más controlar el otro tema, pero él dijo que siempre quedaría... un rastro de la enfermedad, incluso habiéndola pillado a tiempo. A veces me olvido y soy normal, como normal, hasta que pasan unas semanas y me miro en el espejo y descubro que he engordado. O simplemente el pensamiento vuelve. Es como un bucle. Pero ahora estoy bien. Estoy... controlándolo.

Seokjin tarda casi un minuto en volver a hablar y el silencio que se propaga durante ese tiempo es casi doloroso. Quiero romperlo.

—El otro día lo dije en serio: estás perfecto sin maquillaje.

—Vacío.

—¿Te preocupa encontrarte?

—No, no lo entiendes. Lo que me preocupa es no encontrar nada.

Los ojos de Seokjin se mueven inquietos por mi rostro como si estuviese intentando memorizar cada señal, cada lunar, cada gesto. Me gustaría cubrirme con la manta para impedir estar tan expuesto, pero sería muy raro, así que aprieto los dientes sin que lo note y aguanto el escrutinio.

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