Querido diario,
No sé qué hacer. Estoy siendo egoísta, pero no puedo evitar seguir deseando aquello que he anhelado toda mi vida. Me he esforzado mucho por aprobar todas las asignaturas y tener la segunda mejor nota de todo el curso. Y ahora me siento confundido, porque no me siento tan feliz como pensé que lo estaría el día en que llegase a casa la carta de admisión de la Universidad de Yonsei. Mamá estaba emocionada y llamó a papá por teléfono, y empezó a gritar y a gesticular con las manos sin parar. En cambio, cuando se lo dije a Ja-Cheol, sonrió y me felicitó, pero noté que parecía un poco forzado.
«Así que Seúl», comentó pensativo. «Creí que querías ir a la Universidad de Bonpieong y que enviaste la solicitud», agregó.
«Quería. Y quiero. También me han admitido en Bonpieong, pero...», me mordí el labio inferior, indeciso. «Llevo años soñando con salir de aquí,
Ja-Cheol. Sé que amas Pyeongchang y sé que no lo entiendes, pero el futuro en este lugar nunca será exactamente lo que había pensado. Me gustaría estudiar Veterinaria en una gran Universidad, una de prestigio, y luego montar mi propio negocio y, ¿quién sabe?, formar una familia, venir aquí de vacaciones para ver a mis padres en Navidad y yo... ahora no sé cómo encajarlo todo...».
Ja-Cheol apartó la mirada.
«¿Y qué pasa con nosotros?», preguntó.
«Ese es el problema. No puedo irme si tú estás aquí».
«¿Qué intentas decirme?».
«Ven conmigo. Por favor», lo miré suplicante, temblando. Ni siquiera sé cómo me atreví a pedirle algo así, pero lo que tenemos es real, es muy real, y no quería tener que elegir, porque sabía que si me ponía en esa tesitura echaría al traste mi futuro.
«Hoseok...».
«Lo sé, sé que estoy siendo caprichoso», y hasta ese instante no me di cuenta de que había empezado a llorar, «pero te quiero y no soporto la idea de estar lejos de ti o poder perderte. Necesito compartir mi vida contigo».
Ja-Cheol suspiró profundamente, salió del coche donde estábamos hablando y dio un par de vueltas alrededor del vehículo, nervioso. No bajé. Lo dejé a solas, porque a estas alturas lo conozco lo suficiente para saber que necesita su espacio y su tiempo. Cuando volvió a entrar, parecía contrariado.
«Tendría que dejar mi trabajo».
«Lo sé».
«Creí que renuncié a esa vida el día que rechacé mis solicitudes».
«¿Qué quieres decir?». Tenía la mirada perdida.
«Que me admitieron en tres universidades y no quise ir a ninguna. Ni siquiera a la Universidad Nacional de Busán. Mi madre me obligó a mandarlas, eso es todo. Las rechacé. Me fui de casa. Ya sabes el resto».
Me quedé callado, incrédulo..
Tengo la sensación de que no siempre lo entiendo. Me gusta Ja-Cheol. Me gusta muchísimo. Es comprensivo, divertido y travieso cuando se deja llevar. Es inteligente y cariñoso y atento. Pero hay algo, algo más profundo, que nunca consigo comprender. ¿Cómo pudo rechazar todas las admisiones? Incluida la mejor Universidad de Busán ¿En qué cabeza cabe? Allí, en el coche, me dieron ganas de decírselo, de gritarle que era una locura que prefiriese una vida aquí antes que un futuro prometedor, pero ya me sentía suficientemente mal después de pedirle que viniese conmigo, así que me tragué mis palabras y cubrí su mano con la mía.
«Siento haberte puesto en este compromiso. Me quedaré aquí, iré a Bonpieong. No quiero acabar lo nuestro, Ja-Cheol», admití.
Me miró muy serio.
«Dime lo que verdaderamente deseas, Hoseok».
«No».
«Dímelo».
Me limpió una lágrima con el pulgar.
«Lo que quiero es egoísta».
«No me importa, necesito oírtelo decir».
«Quiero ir a Seúl. Quiero encontrar un piso cerca de la Universidad y vivir contigo y despertarme a tu lado todas las mañanas. Quiero acabar los estudios y que nos casemos algún día y seas tú el que esté esperándome cuando llegue al altar. Quiero todo lo que quiere la mayoría de la gente», sorbí por la nariz.
Suspiró y permaneció pensativo unos segundos, con los ojos fijos en mis labios. Luego me besó, y fue un beso largo y ansioso. Metió una mano bajo el suéter y la posó sobre mi estómago, como si necesitase cerciorarse de que bajo la ropa seguía estando yo, mi piel. Se separó unos centímetros y habló contra mis labios:
«Seguiremos tu plan. Encontraremos el apartamento perfecto y después yo buscaré un trabajo y tú terminarás de estudiar. Nos casaremos. He ahorrado algún dinero durante estos últimos años, podemos empezar con eso, ¿qué te parece?».
No podía hablar. Ni dejar de llorar.
«Eh, ¿qué pasa, Hoseok?».
«Es que es demasiado perfecto para ser real». Me sonrió.
«Solo somos dos personas que han tenido la suerte de encontrarse y no están dispuestas a separarse. Saldrá bien, Hoseok. No sé qué pasará, pero sí sé que estaremos juntos. Y sobre todo lo demás, bueno, ya me conoces, me gusta improvisar. Iremos tirando», concluyó mientras giraba la llave del coche.
No lo dejé arrancar. Me abalancé sobre él, lo abracé y lo besé hasta que paré por miedo a parecer un loco a ojos de los transeúntes que cruzaban por la acera en la que estaba aparcado el vehículo.
«Te quiero, te quiero, te quiero, Ja-Cheol».
Hoseok.