20: 5 de febrero

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Querido diario,

Llevo un tiempo sin escribir aquí. He estado ocupado con las clases, los trabajos de fin de curso que ya empiezo a preparar, mis amigos y... Ja- Cheol, claro.

El pasado fin de semana le dije a mi madre que me quedaría a dormir en casa de un amigo, aunque en realidad pasé la noche con él. Odio mentirle, pero sé que no lo entendería, no sería capaz de ponerse en mi lugar y ver que lo que siento por Ja-Cheol es especial, diferente; ella perdió hace tiempo la fe en el amor. Estoy seguro de que papá fue su alma gemela, pero, en algún momento indefinido, sus caminos se separaron; por eso a día de hoy, incluso a pesar de ya no estar juntos, siguen teniéndose tanto cariño.

Volvimos a preparar la cena entre risas y anécdotas. Parece mentira que, a pesar de llevar juntos ya casi medio año, todavía tengamos tantas cosas que contarnos. Ja-Cheol es el típico chico al que le interesa cualquier tema. Da igual sobre qué le hables, todo le resulta fascinante, siempre escucha, atento. Es intuitivo. Y tiene una personalidad marcada, fuerte, y sí, eso da pie a que de vez en cuando discutamos, porque es muy firme en lo que a sus ideas se refiere, pero al mismo tiempo me encanta que sea diferente al resto del mundo, que tenga sus principios y esté dispuesto a defenderlos.

Después de cenar, pusimos una película y nos tumbamos en el sofá. Lo besé. Lo besé hasta hacerle perder el control, porque sabía que sería cauto conmigo y no era eso lo que necesitaba. Lo necesitaba a él. Ir un paso más allá. Y sé que lo único que pretendía era darme tiempo, dejarme un margen para pensar y decidir si realmente quería que mi primera vez fuese suya. Pero claro que quería. Tuve la certeza de que él era esa persona especial desde el primer día que lo conocí, cuando me quitó con la punta de los dedos la nata que había resbalado por mi barbilla y sentí esa conexión...

Nunca creí que hacer el amor sería tan doloroso y placentero a un mismo tiempo. Creo que el contraste de sensaciones no me dejaba pensar con claridad, pero Ja-Cheol estaba sobre mí, besándome en la frente, susurrándome que me quería muchísimo y haciéndome sentir la persona más especial sobre la faz de la tierra.

Lo hizo con cuidado y no dejó de preguntarme si necesitaba parar. Y cuando por fin encajó en mí, cuando sentí su cuerpo en mi interior, fue como un fogonazo de emociones que se enredaron en la parte baja de mi estómago y me impulsaron a pedirle que se moviese más rápido. Fue mágico y bonito y tierno, y sonrío como un tonto cada vez que recuerdo el momento y los que vinieron después: las horas tumbados en la cama, abrazados, hablando en murmullos mientras nos tocábamos y nos decíamos mil «te quiero» con la mirada.

No dormimos ni diez minutos.

Había imaginado muchas veces cómo sería mi primera vez, pero ninguna de esas fantasías podría haberle hecho justicia. No dejo de pensar en lo afortunado que soy por tener a Ja-Cheol en mi vida. Debería sonreírle al mundo todas las mañanas. De hecho, pienso hacerlo. Voy a sonreír. Voy a sonreír todos los días.

Hoseok.

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