3: SOY YO. EL INMENSO Y HORRIBLE PROBLEMA...

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A la mañana siguiente, Namjoon vuelve a llamar a mi puerta. El día
anterior apenas cruzamos un par de palabras; todavía parecía molestarle
el hecho de que no quisiese irme, así que solo le di las gracias por el
trabajo y él respondió con un «denadanohaydequé», así todo junto
porque es como habla, y gruñó por lo bajo a modo de despedida. Hoy viste una gastada camisa con un estampado de cuadros rojos y grises, y carga unos cuantos troncos de leña. Como siempre, Caos le acompaña.

—Esperaba que vinieses a pedírmelo anoche, pero eres testarudo e inconsciente. No sabes cómo encender la chimenea, ¿verdad?

—Ni idea —admito.

—Bien. Vamos a solucionarlo.

Me aparto a un lado para dejarle pasar y Namjoon entra en la estancia, se arrodilla frente a la chimenea y coloca dentro la leña. Me pide que me
acerque y preste atención mientras enciende el fuego. La madera prende
poco después. Observo las llamas que se mecen con suavidad y los recuerdos emergen bruscamente. Me concentro en la seguridad de la voz de Namjoon.

—Cuando veas que se van consumiendo, añades otro tronco. Hazlo con cuidado; no debes perderle el respeto al fuego bajo ningún concepto. Es peligroso, Jungkook — añade, sin ser consciente del miedo que ya le tengo.

—¿Puedes apagarlo antes de irte? —pregunto cuando vuelve a incorporarse.

Sus cejas se encuentran al fruncirse, pero lo hace; coge las tenazas de hierro que cuelgan a un lado de la chimenea, separa los troncos y las llamas van perdiendo fuerza.

—Ahora, ven y ayúdame a cargar la leña; la dejaremos en la parte trasera de la casa para que te sea fácil ir a por más. Te aseguro que cuando llegue el frío la necesitarás.

Probablemente tenga razón. Asiento. Solo «por si acaso».

—¿A cuánto la vendes?

En medio de la alfombra de colores de mi salón, Kim Namjoon deja de sacudirse las virutas de madera de la ropa y me mira enfadado como si acabase de insultarlo.

—¡No tienes que pagarme, muchacho! No hago esto por dinero.

—Ya lo sé. Pero he visto que te pasas el día cortando leña y he supuesto que te dedicas a venderla, ¿no es cierto? Tengo dinero. Puedo pagarte. Te agradezco todo lo que estás haciendo por mí, pero...

—Me dedico a muchas cosas —me corta—. Guárdate tu dinero.

—Está bien. —Cojo la llave y cierro la puerta de casa antes de seguirlo al exterior. Es tan temprano que la hierba del suelo todavía está cubierta
por una fina capa de escarcha—. ¿Y a qué más te dedicas?

Me mira por encima del hombro sin dejar de andar.

—¿No lo has deducido ya?

—¿Tú no has deducido que la inteligencia no es mi fuerte?

—Qué cosas tienes —murmura—. ¿A quién se le ocurre decir algosemejante, demonios? Tu padre debería haber evitado que tuvieses
tantos pájaros en la cabeza. La firmeza son los cimientos de un buen
crecimiento.

—Mi padre está muerto. Y aunque no fuese el caso, creo que la firmeza no hace que uno sea más listo.

Me encojo de hombros. Es la verdad. No soy inteligente, nunca lo he sido. Ya desde pequeño tenía ciertas dificultades para concentrarme en el colegio y entender los conceptos más básicos, así que cuando crecí me dejé manejar por otras manos más perspicaces. Parecía un paso lógico, aunque ahora entiendo que hubiese sido mucho mejor estar solo y vivir tranquilo como un chico tonto más; fue como intentar aspirar a ser cantante de ópera teniendo una voz de mierda. ¿Por qué a la gente le da tanto miedo admitir que no es inteligente?

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