Si algo he aprendido, es que no importa tanto ganar o perder, sino qué personas están a tu lado cuando ganas o pierdes.
No sé si realmente lo merezco, pero mientras los minutos se vuelven eternos dentro de la sala de espera de la consulta veterinaria, tengo la suerte de estar rodeado de las mejores personas que conozco. Todavía me escuecen los ojos, pero me tranquiliza que mamá me acaricie el pelo y me deje apoyar la cabeza en su hombro. Huele a lavanda, tal como recordaba, y el aroma me calma y contrarresta el olor a desinfectante que impregna la sala. Me da un sonoro beso en la cabeza; no ha dejado de hacer eso desde que me ha visto.
—Todo irá bien, cariño.
Intento no volver a ponerme a sollozar, que es lo único que he hecho durante las últimas cuatro horas. Sunnie me miraba asustada todo el rato, y al final Hyuk y Seokjin han salido con ella a dar una vuelta e ir a por algo para comer. Antes, mientras el veterinario le hacía una radiografía a Caos, he llamado a casa de Naaja para que avisase a Namjoon, que ya se ha puesto en camino para ir a hablar con la federación y exigir que penalicen y aparten a Min-Ho de la competición. Lo único bueno es que Hyuk me estaba grabando con la cámara en ese mismo instante, así que hay pruebas más que suficientes. Pienso denunciarlo y hacer todo lo posible para que no vuelva a tener un animal cerca. Ha pasado tan rápido... y lo único que he podido hacer mientras los corredores salían disparados, ha sido agacharme y abrazar a Caos hasta que hemos podido salir de entre la multitud. Me he llevado un par de golpes y pisotones y Min-Ho se ha ido antes de que Seokjin pudiese detenerlo. Además, tampoco podría haber hecho nada, porque estaba ocupado cogiendo a Caos en brazos y llevándolo hasta el equipo de emergencias que nos ha atendido antes de que lo trasladásemos a la clínica.
Tiene un hueso astillado. Esa es la peor parte. También dos ligamentos inflamados. Después de ver los resultados de la radiografía, lo han trasladado al quirófano para realizar una intervención. No quería separarme de él. Caos no apartaba sus ojillos tristes de mí y me he sentido tan impotente mientras se lo llevaban...
—Se recuperará, Jungkook.
—Eso espero... —suspiro.
Mamá me acaricia el pelo y me mira con una sonrisa tímida en los labios. Tiene mis mismos ojos, oscuros, grandes, y su cabello sería también oscuro si no fuese porque lleva mechas caoba.
—Estás tan guapo. Sé que no he dejado de repetírtelo, pero, mírate. — Me pellizca la mejilla como si quisiese cerciorarse de que sí, está más llena y redondeada que nunca—. Tienes luz en la mirada, incluso estando así de triste.
—Gracias, aunque no te fiases de mí —replico.
Resulta que ignoró lo que le dije y llamó al número de casa de Naaja hasta que ella lo cogió un día. Desde entonces, empezó a hacerlo con frecuencia. Hablaban sobre mí, sobre todo, en realidad; parece ser que casi se han hecho amigas. Juntas, con la ayuda de los demás, organizaron la sorpresa de venir aquí a verme.
—Sí que me fiaba, cariño, pero soy tu madre, me tenías muy preocupada. Estabas muy lejos y quería asegurarme de que todo iba bien.
—No importa. La verdad es que tampoco te había dado motivos para que confiases en mí. Puedo entenderlo —admito.
Mamá cruza las piernas.
—Cielo, todo el tema de Yugyeom... deberías habérmelo contado antes. Podría haberte ayudado y todo habría sido muy diferente.
Me encojo de hombros. No estoy seguro de que eso sea cierto. Creo que el problema era mío; puede que Yugyeom lo agravase, sí, pero la raíz residía en mi interior. Me habría tropezado en el camino con cualquier otra persona por la que dejarme arrastrar. Era dependiente. No quería pensar ni enfrentarme solo a las cosas. Además, durante buena parte de mi vida, quise a Kim Yugyeom como si fuese un hermano. La barrera que separaba ese sentimiento del odio era tan fina que no supe aclarar mis propias emociones.