22: 2 de marzo

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 Querido diario,

Anoche Ja-Cheol vino a cenar a casa y se lo presenté por fin a mamá.

No negaré que al principio fue un poco raro. Digamos que, para empezar, no le hizo demasiada gracia que le hubiese escondido durante medio año que tenía novio.

La cuestión es que, cuando se lo dije, me hizo un montón de preguntas sobre él, su familia, su trabajo, su personalidad... Quería saberlo todo, ¡hasta la talla de calcetines! Después, como ya esperaba, llamó a papá y, tal como también era de suponer, él la tranquilizó y le dijo que era de lo más normal que tuviese pareja. Menos mal que él está cuerdo, tengo suerte de tenerlo en mi vida.

Cuando llegué el viernes por la tarde con Ja-Cheol, la casa olía a pescado, hinojo y cilantro. El vapor de la sopa de gambas y marisco flotaba en el aire y, al entrar en la cocina, encontramos a mamá trajinando entre un montón de sartenes. Se dio la vuelta y se quedó paralizada mirando a Ja-Cheol mientras se retiraba tras la oreja un mechón de cabello. Le sonrió, supongo que por inercia. Es lo que tiene Ja-Cheol en una primera toma de contacto, que impacta por la serenidad que se refleja en sus gestos.

Le tendió la mano y le aseguró que estaba encantado de poder conocerla al fin. Después la sorprendió al arremangarse el suéter y ofrecerse voluntario para ayudarla a terminar la cena. Mamá insistió en que no era necesario, pero al final terminamos los tres en la cocina, hablando de todo un poco, mientras la sopa de marisco se enfriaba y preparábamos los entrantes: patatas asadas con salsa de soja y bocaditos de hojaldre con salmón y mermelada de tomate.

Fue una velada agradable.

No podía dejar de mirar a Ja-Cheol desde el otro lado de la mesa y darle las gracias en silencio por ser tan considerado y paciente con mamá.

Respondió a todas sus preguntas y, cuando casi antes de marcharse ella hurgó más en sus problemas familiares y le preguntó a qué se dedicaban sus padres, él vaciló un momento, como si estuviese valorando la posibilidad de mentir, pero finalmente contestó que eran dueños de una refinería de petróleo.

Nunca me lo había dicho.

Me quedé mudo, con un nudo en el estómago mientras lo miraba en silencio. Y luego intenté ocultar mi decepción, porque me di cuenta de que no conocía tan bien como pensaba al chico que tenía enfrente.

Hoseok.

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