Alek
Ser el Boss de la mafia rusa es como jugar una partida de ajedrez interminable, donde cada movimiento demanda control, estrategia y una precisión casi inhumana. A los 19 años, cuando el peso del liderazgo recayó sobre mis hombros, apenas había cruzado la línea de la adultez. Era joven, inexperto, pero peligrosamente audaz.
Me sumergí en ese mundo con una facilidad que incluso a mí me alarmó; lo ilegal y lo prohibido se convirtieron en la chispa que alimentaba mi existencia. La adrenalina de caminar en la cuerda floja entre la vida y la muerte era, para mí, tan esencial como el aire.
Mi padre fue mi mentor, un hombre cuya sabiduría forjó los cimientos de mi camino. Sin embargo, desde el principio, me impuse una regla inquebrantable:
No ser como él.
Desde niño, lo admiré por su fortaleza. Pero, incluso entonces, sabía que Mikhail Ivanov era un hombre sin escrúpulos, cruel hasta la médula. Sus actos carecían de límites, y la sangre que derramaba nunca le pesó en las manos. Su único atisbo de redención, su único acto humano, era el amor por mi madre.
A mis ojos, ese amor fue suficiente para que alguna vez creyera que había algo bueno en su alma ennegrecida. Una ilusión infantil.
Al crecer, me di cuenta de una verdad dolorosa: incluso las flores más brillantes pueden marchitarse, volverse oscuras en un abrir y cerrar de ojos. La bondad que pensé haber visto en él no era más que un espejismo, una sombra perdida en un campo de tinieblas.
...
Mantengo el control absoluto de mi imperio, otorgando estabilidad a mi familia de la mafia y blindándolos contra cualquier amenaza externa. Nadie osa desafiarme.
Pero todo cambió con su regreso. Arrogante, imperiosa, esa maldita rubia que, incluso a los diez años, tenía el poder de doblegarme con una sola mirada.
Sus ojos azules siempre fueron mi eclipse, mi hechizo, mi perdición. Ella siempre fue mi Koroleva.
Cuando se presentó frente a mí, dispuesta a saldar la deuda de su hermano, su identidad me golpeó como un rayo. Ver su rostro empalidecer al descubrir que el plazo había expirado fue un deleite perverso. Pero no me sorprendió: siempre había sido tenaz, incluso temeraria.
Por eso le ofrecí un trato.
La mandé a investigar, aunque ya lo sabía en el fondo. Confirmé lo que sospechaba: era ella. Camila. Mi Camila. Sedienta de venganza y con una determinación que ardía como un fuego inextinguible.
Y yo, amante del peligro, lo prohibido y lo ilegal, la invité a mi fortaleza con la misma facilidad con la que un depredador deja entrar a su presa en su guarida.
Ella pensó que tenía el control del juego, pero no entendía que yo era quien movía los hilos. Yo era el titiritero, y ella mi pieza más valiosa.
—¿Vamos a ir este viernes? ¿Te apuntas?
La voz de Andrei me arranca de mis cavilaciones. Andrei Petrov, mi Consigliere. Más que un estratega, es mi brazo derecho, el hombre en quien confío cuando el peso del poder se convierte en un arma de doble filo.
—¿De qué demonios estás hablando? —pregunto mientras abrocho una camisa azul cielo con movimientos calculados.
Un gemido ahogado resuena al otro lado de la línea, seguido de risitas contenidas. Ruedo los ojos, impaciente.
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Venganza: Trato Con El Boss (#1)
RomanceRaven Kozlova, una sombra del pasado, regresa a la mansión que la vio caer. Educada para proteger y luego traicionada, su vida se entrelaza con Alek, el rey de la mafia que juró amarla y protegerla. Pero en un mundo donde el poder lo es todo, ¿puede...