Capítulo 4

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La noche ha caído sobre Moscú, y el cielo está oscuro, salpicado de estrellas que le confieren un brillo singular. Frente a la imponente edificación moderna, los guardias de la verja, uno con una cicatriz escalofriante y el otro con una mirada letal, permanecen vigilantes. Sus nombres se me escapan de la memoria.

Tras pagar al taxista, me dirijo hacia la entrada. Al aproximarme, su charla cesa abruptamente y me observan con extrañeza. Se apartan, abriendo la verja sin decir una palabra. Sorprendida, sigo el sendero familiar hasta la puerta principal de la mansión, que se erige majestuosa entre un jardín exuberante.

Toco el timbre, mordisqueando mi labio inferior, recordándome que ya no hay vuelta atrás.

Una mujer alta y esbelta, con cabello castaño y ojos de un verde intenso, me recibe. Su uniforme cuelga holgado de su delgada figura, pero lo que realmente capta mi atención es su palidez al verme.

-Vengo por encargo del Boss, dígale que soy la hermana de Lucas Kozlov -digo con firmeza.

Ella me mira con desconcierto y, sin más, cierra la puerta en mis narices.

¿Qué acaba de pasar?

Me siento en las gradas del porche, contemplando el cielo estrellado, cuando la puerta se abre de nuevo. La misma mujer, con una expresión seria, me indica:

-El Boss te espera en su despacho. Pasa, sígueme.

Conozco el camino, pero opto por seguirle el juego para evitar conflictos prematuros.

Al llegar a las puertas del despacho, ella se detiene y me advirte con sarcasmo:

-Toca antes de entrar. No creo que seas de su agrado; a él no le gustan las rubias de ojos claros.

Con un gesto despectivo, se aleja por el pasillo. Ruedo los ojos y, conteniendo mi irritación, toco la puerta tres veces.

Un grave "adelante" me invita a entrar. El nerviosismo me invade por primera vez en mucho tiempo, y mis manos comienzan a sudar.

El despacho está impregnado del aroma del tabaco, avivando brevemente mi deseo de fumar para calmar la ansiedad que me consume día tras día.

El Boss está absorto en su Macbook, tecleando con rapidez. Aprovecho para observarlo detenidamente. Viste una camisa azul cielo con las mangas arremangadas y los primeros botones desabrochados, revelando su piel bronceada y el inicio de un tatuaje. Jeans negros ajustados y zapatos a juego completan su atuendo. Su cabello negro está desordenado, como si hubiera pasado sus manos por él repetidamente.

Incluso concentrado, su gesto de fruncir el ceño y morderse el labio inferior me parece increíblemente atractivo.

¡Dios, qué estoy pensando!

Intento llamar su atención con un carraspeo, pero es inútil.

-Como dijiste, estoy aquí -declaro, dejándome caer en una de las butacas-. Aceptaré el trato, pero con una condición.

Soy ignorada, él continúa enfocado en su laptop.

-Hey -chasqueo los dedos, provocando que cierre la laptop de golpe-. Como te decía...

-Ya te advertí que si venías a aceptar el trato, serías rechazada -responde fríamente, fijando su mirada en los arañazos de mis brazos que había olvidado cubrir.

Mis ojos se abren con fingida sorpresa y opto por cambiar de tema.

-¿Por qué querías que fuera tuya? -pregunto, impulsada por la curiosidad.

Su mirada se encuentra con la mía, y siento un rubor intenso invadirme.

-La verdad, me daba igual la seguridad de tu hermano y si tenías comida o un techo -admite con frialdad-. Pero tu espíritu rebelde y tu arrogancia me hicieron querer verte sometida a mis deseos...

Venganza: Trato Con El Boss (#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora