Capítulo 12

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El silencio es ensordecedor, roto únicamente por el suave clic de un seguro al desactivarse. Axel sostiene su pistola con la firmeza de alguien que no tiene nada que perder, su único ojo bueno brilla con una mezcla de desafío y locura. Alek, frente a él, mantiene su postura imponente, la Beretta apuntando directamente al corazón de su hermano.

—No estás en posición de negociar, Axel —gruñe Alek, su tono bajo y peligroso, como el filo de una navaja a punto de cortarte.

Axel sonríe con burla, aunque su mandíbula se tensa. Sus ojos recorren la habitación con rapidez, evaluando cada esquina, cada posible salida.

—Siempre tan noble, protegiendo tus juguetes rotos —escupe, con una mueca torcida. —Pero esta vez no podrás salvarla, hermanito.

—No soy un maldito juguete— intervengo, mi voz afilada como una cuchilla. — Y créeme, Axel, me sobran formas para demostrarlo.

Axel no responde de inmediato, pero sus hombres empiezan a moverse. Tres figuras emergen desde las sombras detrás de él, todos armados. La tensión en la habitación crece como una ola lista para romperse.

—Diles que se retiren, Axel —advierte Alek, sin siquiera parpadear. —No tienes idea de lo cerca que estás del infierno.

Axel se ríe, una carcajada áspera que llena el aire como veneno.

—¿El infierno? Hermano, llevo años viviendo en él —y con un movimiento brusco, saca su pistola y dispara.

El disparo resuena como un trueno, obligándome a reaccionar. Me agacho justo a tiempo para evitar una bala que pasa zumbando cerca de mi cabeza. La habitación estalla en caos.

—¡Raven, cúbrete! —grita Alek, mientras lanza una patada hacia el arma de Axel, desviando su segundo disparo.

Un golpe seco me alerta de que alguien se acerca por detrás. Giro sobre mis talones, levantando la pierna en un arco perfecto, y propino una patada al estómago de uno de los hombres de Axel. Su arma se cae al suelo con un estruendo, pero antes de que pueda recuperarla, yo ya estoy encima de él.

—Ven acá, perra —gruñe otro, abalanzándose sobre mí.

—Con gusto —respondo con una sonrisa desafiante, mientras saco las dagas de mis botas.

El primer hombre intenta atraparme por la cintura, pero giro con precisión, como una bailarina en una macabra coreografía, y clavo una de mis dagas en su garganta. La sangre brota en un chorro caliente, pero no tengo tiempo de reaccionar; otro de los hombres lanza un puñetazo que conecta con mi mejilla, haciéndome tambalear.

—¿Eso es todo lo que tienes? —escupo, limpiándome la sangre del labio.

Antes de que pueda responder, giro sobre mí misma, esquivando un segundo ataque, y lanzo mi segunda daga directo a su pecho. Cae al suelo con un gemido ahogado, mientras yo recupero el aliento.

Alek, mientras tanto, lucha contra Axel. La pistola de Axel está en el suelo, pero ambos se enfrascan en una pelea cuerpo a cuerpo, cada golpe resonando como un tambor de guerra. Noto que Alek tenía sangre en el brazo; probablemente una bala lo ha alcanzado.

Mis ojos se desvian hacia la pistola en el suelo, a pocos metros de Axel. Si logra recuperarla, esto terminará en un segundo. Avanzo, pero otro de los hombres de Axel bloquea mi camino, levantando su arma hacia mí.

—No tan rápido —dice, su sonrisa confiada.

No tengo tiempo para juegos. Me lanzo hacia él antes de que pueda disparar, derribándolo al suelo. La lucha es breve pero brutal, y cuando me levanto, sosteniendo la pistola en mi mano, la ira me consume.

Venganza: Trato Con El Boss (#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora