Capítulo 26

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Los gritos suplicantes de Axel resuenan en el sótano oscuro y lúgubre, con paredes de piedra fría y húmeda, llenándolo de un eco desesperado que me hace regodearme por dentro. Finalmente ha llegado el momento de que pague por todo el daño que ha causado, y ni en mis peores pesadillas me imagino siendo su salvador.

Observo su cuerpo ensangrentado y mutilado, los moretones deforman su rostro hasta hacerlo irreconocible. Su cabello, antes de un blanco platino impecable, ahora está sucio y salpicado de pequeñas manchas de sangre. Cada herida, cada corte, es un recordatorio de su crueldad y de la justicia que finalmente se ha impuesto.

— Mátame —susurra Axel a nadie en concreto, escupiendo sangre al suelo.

Observo a Raven sonreír de inmediato mientras hace girar el cuchillo afilado entre sus manos con una destreza que solo alguien resuelto y seguro de sí mismo podría mostrar. Distingo una “R” grabada en el mango del arma y no puedo evitar sonreír.

Malditamente mía.

— Pronto. Aún te falta rogar más —dice, hundiendo el cuchillo en su abdomen y retirándolo luego con una lentitud inquietante. Cada uno de sus movimientos es preciso y calculado, reflejando su determinación y control absoluto de la situación.

Chasqueo la lengua y entrecierro los ojos mientras la observo limpiar su arma con parsimonia. No puedo evitar sentir una oleada de orgullo al ver cómo maneja la situación con tanta firmeza y resolución. Su presencia imponente y su habilidad para mantener la calma en medio del caos son cualidades que admiro profundamente.

— Recuérdame nunca hacerte enojar —bromeo, acomodándome más en la butaca mullida del sótano. La comodidad del asiento contrasta con la brutalidad de la escena.

Raven se vuelve hacia mí, sus ojos brillando con intensidad.

— ¿Te asusta lo que ves, Alek? —pregunta, su voz suave pero cargada de peligro.

— No, koroleva. Me fascina. —respondo, mi voz baja y posesiva—. Eres una obra de arte en medio de este caos. Cada movimiento tuyo me recuerda por qué te amo. Eres mía, y solo mía.

Ella sonríe, una sonrisa cargada de peligro.

— Siempre tuya, Boss. Pero recuerda, el amor puede ser tan afilado como este cuchillo.

— Lo sé, y no cambiaría nada de ti. Eres perfecta en tu imperfección, y eso es lo que te hace única.

La rubia me observa con amor en sus hermosos ojos azules y se contornea hacia mí, sentándose sobre mi pierna buena. Inmediatamente mi mano recae en su muslo desnudo y su cabeza se encaja en la curvatura de mi cuello, la siento aspirar mi olor y aprieto su muslo, conteniéndome.

— Nunca te haría eso — susurra, plantando un beso en la vena de mi cuello —. No sería capaz.

Deslizo un mechón de su cabello entre mis dedos, disfrutando de su suavidad, y luego sumerjo mi mano entera, envolviendo su cabello en mi puño con firmeza.

— Saca mi pistola — gruño en voz baja, sintiendo cómo se inmoviliza ante mis palabras —. Quiero acabar con esto de una jodida vez.

Ella se aleja lentamente, sus movimientos son precisos mientras hurga en el bolsillo trasero de mi pantalón, extrayendo mi Beretta 92X Performance. Sus ojos se encuentran con los míos, llenos de expectación.

— ¿Qué quieres que haga? — pregunta, su voz apenas un susurro.

— Levántate — ordeno.

Obedece y queda de pie frente a mis ojos. Observo sus largas piernas torneadas y suaves a simple vista, pero fuertes al tacto. Asciendo hasta sus caderas y su estrecha cintura, y luego me centro en el escote recatado de su vestido negro. Subo hasta sus ojos, conectando su mirada con la mía, y me levanto, ignorando el dolor en mi pierna.

Venganza: Trato Con El Boss (#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora