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Ixan y Leyah fueron los primeros en beber el agua. Luego despertaron a los demás y distribuyeron las botellas.

— Leyah —pronunció la chica peliazul al acercarse a ella.

— Ziana.

— ¿Qué clase de sorteo harán? —cuestionó. Leyah echó un vistazo a Ixan. Este la miró con curiosidad— ¿Tienes que conversarlo con él, no? —espetó la chica con tono despectivo.

— La decisión fue unánime —declaró Leyah.

Ziana la observó por unos minutos, parecía querer decir algo, pero calló y regresó a su sitio.

La plataforma había subido. Leyah tomó una hoja de papel y un bolígrafo que había sobre la superficie de metal y escribió los nombres de las personas que estaban de acuerdo. Luego, tomó una pequeña olla de la cocina y echó los papeles que había arrancado. Agitó la olla. Quizás tardó demasiado.

— ¿Algún voluntario para tomar el papel? —preguntó Ixan. El otro grupo observaba desde un rincón de la habitación.

— ¿Alguien? —sugirió Leyah.

Alguien se acercó. Era un joven de cabello marrón. Ojos redondos, pecoso y con gafas. Su corazón latía con fuerza y su mano temblaba mientras tomaba el papel.  Se lo entregó a Leyah y esta leyó el nombre en voz alta.

— Amy.

Una mujer delgada, de cabello rizado y labios gruesos, se acercó hasta Leyah e Ixan. Sonrió de una manera que hizo que Leyah contuviera las lágrimas.

— ¿Leyah, te encuentras bien? —cuestionó Ixan al tirar del brazo de la joven.

— No, no creo poder hacerlo. ¿Cómo la…? Ha de tener una familia.

— Leyah… Sabes que tampoco quiero hacerlo, pero tenemos que mantenernos con vida.

Leyah observó a Amy y caminó hasta la cocina. Esta la siguió y una vez dentro, las paredes se movieron, separando la cocina del lugar habitual.

                                 ***

Ixan colocaba un trozo de carne en cada plato. Hubiera sido mejor tener algo con que pasar la carne, pero no habían dejado ni una sola gota de agua.

Leyah se encontraba con las manos alrededor del retrete. No era que pudiese vomitar mucho con el estómago vacío, pero evocaba cada segundo la sonrisa de Amy. El pelinegro se encargó en su totalidad de descuartizar, cortar y cocinar a la mujer. Al principio sentía arcadas pero tomó valentía. Si él no lo hacía, nadie lo haría.

Dejaron a Amy, o las partes sobrantes de Amy, en un rincón de la cocina. Esperaban que los anfitriones se encargaran de desaparecerla.

— Leyah —llamó Ixan desde el umbral del baño—. Tienes que comer. Al menos un poco.

Ella observó sus bellos ojos negros. Le tomó un momento ponerse de pie e ir a donde estaban los otros.

El grupo que no quiso involucrarse, tan solo observaba en silencio. El ambiente se sentía apesumbrado y nadie había tocado su plato.

Leyah extendió su mano y tomó el trozo de carne. Era de un tono rojizo y algo dura, quizás no la habrían cocinado el tiempo necesario. Para mostrarle valor a los demás dio la primera mordida. Masticó y masticó, mientras pensaba que era carne porcina y tragó. Sintió dolor en su estómago por no haber comido en mucho tiempo y sus ojos se pusieron vidriosos.

El grupo empezó a comer. Algunos salían corriendo hacia los retretes y otros simplemente se contenían. Quizá con condimentos sepa bien, pensó Leyah. Lo cual la hizo sacudir su cabeza, como si pudiese alejar los malos pensamientos.

— Bien —dijo una vez que hubo terminado—. Comeremos una vez al día —y se marchó al baño.

Leyah lloró hasta quedarse dormida. Otro terrible día la esperaba.

Caníbales por elección Donde viven las historias. Descúbrelo ahora