𝐗𝐈𝐗

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- "Planeo sacarla de este lugar por un tiempo." ¿Qué quieres decir? -preguntó Leyah al deslizar la puerta de la habitación.

-Creo que te haría bien cambiar de ambiente -la pelinegra ignoró las palabras de Ixan.

-¿Por qué no puedo ir con mi madre?

-Lo harás. Gradualmente -La furia de Leyah aumentaba de nuevo-. No puedo dejarte libre. Podrías hablar sobre el proyecto.

-¿No confías en mí?

-¿Lo haces tú? -Leyah resopló y pasó sus manos por su cabello corto.

-¿Viviré en este sitio? ¿No podré salir sola? ¿Seguirás haciendo esta clase de experimentos?-iniciaba a abrumarse. Su cabeza palpitaba.

-Por ahora. Depende y, eso lo veremos.

-¿Lo veremos? -le dio la espalda y bufó. Intentaba pensar con claridad.

-Leyah. Me llamas psicópata, no puedo dejarte ir así -la pelinegra lo observó por un largo minuto y tomó asiento sobre la camilla-. Leyah... -Ixan le tomó las manos. Esta vez no se opuso.

-¿Por cuánto tiempo estaré aquí?

-No lo sé -colocó un mechón de su cabello tras su oreja y besó su frente-. Te preparé una habitación.

Ixan soltó sus manos y abrió la puerta. Leyah lo siguió. Doblaron tres veces a la izquierda y subieron unas escaleras metálicas. Ixan se detuvo al final del pasillo y tomó del bolsillo delantero un llavero. Introdujo una de las llaves en el cerrojo y abrió la penúltima habitación.

El sol traspasaba el cristal. Leyah sintió el calor en su rostro. Se sintió feliz por una fracción de tiempo.

-Pedí hacer una ventana para ti.

Si esperaba algún agradecimiento, no lo recibiría. Leyah se limitó a sonreír forzadamente y observó su nueva recámara. Las paredes eran de color verde limo. Cortinas marrones, un sofá del mismo color en un rincón, un closet, sábanas blancas... y una caja sobre la cama.

-¿Qué es eso?

-Ábrelo.

Leyah se aproximó y destapó la caja. Sus ojos se abrieron al encontrar su móvil y sus audífonos. Entonces ese día los llevaba. Sí. Siempre que iba al parque llevaba los audífonos consigo. Y bajo su móvil, algo azul. Miró a Ixan de reojo y este le animó a tomar la prenda.

-Es del tono del cabello de Ziana.

Ixan contempló a través del ventanal. Sabía que le sería difícil acostumbrarse, así que prefirió no responder a eso.
Estiró el vestido frente a sus ojos. Podría llegarle por las rodillas. Era escotado, de mangas largas y una cinta negra atada a su cintura.

-Es lindo -mencionó y lo guardó de nuevo en la caja. Tomó su móvil e intentó encenderlo, pero estaba sin batería-. ¿Podrías conseguir un cargador? -Ixan asintió.

-En el closet hay toallas. Mi habitación es la del lado. Si necesitas algo más, búscame.

Leyah se desplomó en la cama y gritó contra la almohada. Sus ojos se llenaron de lágrimas poco después. Cayó dormida al atardecer.

***

Al despertar vio el cargador sobre la cama. Lo tomó enseguida y encendió el móvil. 11 a.m. El sonido de la lluvia la había hecho dormir un poco más. Abrió el closet. Tres camisas grandes colgaban de los percheros. Abrió el último gabinete y encontró ropa interior nueva y toallas. Observó la caja sobre la cama. Era el vestido o alguna camisa y no planeaba quedarse en esa habitación todo el día.

Luego de ducharse, se vistió y ató la cinta en un nudo flojo. Sus pies descalzos estaban fríos. Observó la habitación una vez más y encontró junto al sofá unas sandalias negras. Dejó el móvil cargando y salió de la recámara.

Supuso que no estaría en su habitación a esas horas, así que bajó al primer piso. Su estómago rugía. Miró en cada sala con puerta abierta hasta que dio con el pelinegro.

Estaba de espaldas. Su piel bronceada brillaba por los rayos de sol que se infiltraban por la ventana. Vestía una camisa verde y pantalones oscuros. Leyah golpeó con los nudillos en la puerta entreabierta e Ixan detuvo su presentación. Era una sala de juntas. Las diez personas presentes se giraron hacia ella y se sintió abrumada. Ixan se excusó y salió de la sala.

-¿Has dormido bien? -asintió. No mentía. Después de dormir meses en un suelo frío y duro, cualquier otro sitio se sentía bien.

-Que negligente eres. Estoy muriendo de hambre -él sonrió y eso la tomó desprevenida.

-Pedí que te buscaran a la hora del desayuno y que si no respondías, te dejarán dormir.

-Bueno. Ahora estoy aquí. Llévame a la cocina -declaró Leyah con desespero.

-Te ves hermosa.

Leyah empezó a caminar y sonrió sin que Ixan pudiera verlo. Al llegar, una cocinera le había preguntado sobre lo que preferiría comer. Por lo que Leyah había dicho "Carne. Carne de res." La cocinera asintió sonriendo e Ixan se tensó. Luego de haber comido, hasta el refrigerador, agradeció e inició a caminar hacia las escaleras, pero Ixan tomó su mano.

-Saldremos del edificio.

Caníbales por elección Donde viven las historias. Descúbrelo ahora