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Ni un rayo de luz solar podía infiltrarse en la sala. Solo sabían que había pasado dos días, al escuchar el sonido característico de la plataforma.

Estaban famélicos y lánguidos. Leyah hizo un sacrificio al levantarse de su sitio. El camino de la esquina hasta el rectángulo, fue vertiginoso y exhaustivo.

— Al parecer nos quieren mantener vivos con solo agua —pronunció el joven de ojos negros, al ver nuevamente, las botellas sobre le mesa de hierro. Su voz tenía un ápice de sarcasmo.

— Ya saben lo que hay que hacer —gesticuló Leyah. Esta vez nadie refutó. No tenían fuerzas para ello.

Leyah se colocó frente a la mesa e inició a distribuir las botellas, pero alguien la tomó de la muñeca.

— Estás pálida.

— Todos lo estamos... —Leyah pensó en el nombre del joven de ojos negros, pero recordó que no se lo había dicho. Maldita fatiga.

— Ixan —declaró al notar que Leyah seguía mirándolo significativamente.

Leyah abrió la boca para decir su nombre, pero Kacey apareció. — Leyah, necesito ir —mencionó la niña al señalar los cubículos.
El joven sonrío y le indicó que él se encargaría.

Leyah observaba a Ixan desde el umbral de la división. Ixan, repitió en su mente.
Su cabello negro desaliñado, iniciaba a tapar sus ojos. Su piel bronceada estaba lívida y sus ojos, somnolientes.

Al llegar al centro de la sala, Ixan le extendió la botella con agua, a Leyah. — No tomaré —declaró y se la extendió a Kacey— Toma mi ración.

— No puedo... —los ojos de la niña se tornaron vidriosos y le regresó la botella.

— Hazlo, yo puedo resistir más que tú.

— También soy fuerte, aunque no lo parezca.

— Sé que eres fuerte, pero... —la voz de Leyah se quebró. Respiró y cerró los ojos por un instante, intentando no derramar lágrimas—. Pero serás más fuerte si tomas mi ración.

— Todos debemos de tomar nuestras raciones, es lo mejor, Leyah.

No sabe si fue la manera en la que Ixan pronunció su nombre, o los ojos acuosos de Kacey, lo que convenció a Leyah de beber su parte.
Tomó los sorbos a regañadientes y regresó a la esquina.

Al octavo día, no existía esperanza alguna.
Los recuerdos no regresaban y todos creían que morirían por inanición.
Y lo siguieron pensando al observar lo que había sobre la plataforma.

Kacey dormía sobre el regazo de Leyah, así que la movió con sumo cuidado para poder integrarse a los demás.
A pesar de la fina línea entre la vida y la muerte, las personas reunían fuerzas invisibles para ponerse de pie y caminar hasta el rectángulo.

— Esto es irónico —pronunció Ziana.

Leyah observó el tenedor sobre la superficie férrea y un pensamiento espeluznante inundó su mente.

— Necesito hablar contigo —declaró Leyah al tomar la mano de Ixan para arrastrarlo hasta una esquina.

Le tomó un momento recomponerse, respiró repetidas veces hasta calmar los mareos; su depósito de energía estaba llegando al límite.

— ¿Quién es la chica peliazul? —cuestionó Ixan con expresión displicente.

Leyah siguió su mirada. La joven los observaba con curiosidad, quizás con algo más.

— Es Ziana.

— ¿Qué sucede? —cuestionó Ixan al regresar su vista a Leyah.

Pensó en seleccionar las palabras correctas, no quería sonar desquiciada. Pero se dió cuenta de que no existía ninguna dulce manera de decir lo que sospechaba, así que lo dijo tal cual.

— Esto sonará extraño pero, creo que quieren que nos alimentemos con carne humana.

Caníbales por elección Donde viven las historias. Descúbrelo ahora